martes, 4 de agosto de 2020

5 consejos para cultivar la resiliencia en tiempos de pandemia






Beatriz Martínez
Orientadora del Teléfono de la Esperanza


He de decir que escuché esta palabra, por primera vez, ante una terrible y durísima situación personal y en lo que ha sido mi vida hasta ahora, ha cobrado realmente sentido.
La vida es un viaje apasionante, con muchos retos, con situaciones adversas, dolorosas, con sufrimiento y cuando aprieta, frente a la alternativa de “tirar la toalla” o desmoronarnos, tenemos la de remontar o recuperarnos.

¿Qué es la resiliencia?
El término como tal procede de campos tan dispares como la ingeniería, la física o la metalurgia y se refiere a la “capacidad de los materiales de recobrar su forma original después de haber sido sometidos a algún proceso de presión deformadora”.
De ahí se extrapola a campos como la psicología, la educación e incluso a la empresa; a individuos y a grupos.
“Es una capacidad universal que permite a una persona, grupo o comunidad prevenir, minimizar o superar los efectos perjudiciales de la adversidad” (The International Resilence Proyect, Canadá 1996).
Es necesario distinguir entre resiliencia y resistencia.
Podemos “resistir” ante una adversidad, llevar a cabo una oposición ante algo externo, sin llegar a rompernos, aguantar estoicamente. Pero toda lucha, enfrentamiento o pelea genera sufrimiento, resignación y victimismo. De esta forma podemos salir maltrechos, sin capacidad de recuperación o superación y con heridas emocionales y/o espirituales.
O podemos ser más flexibles, más activos, con capacidad de adaptarnos a las circunstancias que nos toque afrontar. Adoptar la capacidad de empezar de nuevo e incluso de salir fortalecido. Similar a como se comportan árbol, y junco ante un huracán. Posiblemente el árbol es más fuerte y más “resistente”, pero será el junco el que se mantenga en pie. Como también al bambú que le salva su flexibilidad, no su rigidez.
“La Resiliencia es el arte de navegar en los torrentes, el arte de metamorfosear el dolor, para darle sentido; la capacidad de ser feliz incluso cuando tienes heridas en el alma. Más que resistir, consiste en aprender a vivir” Boris Cyrulnik.
Tampoco es una actitud de impasibilidad ante los problemas. Los problemas nos afectan, por supuesto, pero existe la creencia o al menos la intuición de que es posible salir de la situación y de que, aunque no se puede cambiar, sí se es capaz de afrontarla con buena actitud.
Utilizar la resiliencia no consiste tampoco en ser insensible. Creo que las emociones son poderosas. Vincularse emocional y personalmente con los problemas, aceptar el dolor y llorarlo, puede ayudar a hacer acopio de argumentos, emociones y razones para vivir “a pesar de”.

Foto: www.revistaemprende.com

¿Es posible entrenarla?
Rafaela Santos, neuropsiquiatra y presidenta desde 2010 del Instituto Español de Resiliencia, concluye que sí, que se puede aprender y fomentar. Todo ello, como concluye en sus investigaciones, gracias a que no es exclusivamente un recurso psicológico, sino que se basa en una “respuesta neuronal adaptada” que se puede modelar (neuro-modelación).
Según explica Santos, podemos ante una situación adversa, enviar al cerebro distintas informaciones. El cerebro, a la vista de estas informaciones, atenderá la situación como un problema o como un reto. Ante el problema se activa el miedo, se segregan cortisol y adrenalina, que nos preparan para la huida, la lucha o el stress (la resistencia de la que hablábamos más arriba). Si lo interpreta como un reto, se segregan otras sustancias como la oxitocina por ejemplo y se desarrollan actitudes de confianza y bienestar, encaminándonos hacia una “actitud resiliente”.

¿Cómo podemos cultivarla?
Hay una serie de aspectos personales en los que podemos trabajar:

1. Seguridad personal. Confianza en uno mismo. Autoestima. El amor a uno mismo está muy relacionado con el amor que sienten los demás hacia nosotros, con la forma en que nosotros lo percibimos y en el amor que sentimos por los demás. El amor compartido va construyendo nuestra seguridad. Crear y fomentar ambientes llenos de amor aumentan nuestra autoestima y nuestra seguridad. Saberse parte de un todo, ser conscientes de que desde nuestro sufrimiento podemos ayudar, constituye en muchas ocasiones una poderosa razón para seguir.
2. Desapego de las situaciones. Cuanto más nos apegamos a una situación adversa, más vulnerables nos sentimos. Ser capaz de mirarla desde la distancia, verla desde distintas perspectivas, nos puede ayudar a entenderla y gestionarla mejor. Puede ayudarnos a no mantener la situación o su representación en nuestra mente (incluso en sueños), a no prolongar el sufrimiento en el tiempo.
3. Optimismo. Pensar bien sobre el futuro. No dejarnos llevar por pensamientos negativos. ¡Todo va a salir bien! Un buen aliado sería el sentido del humor que nos ayuda a relativizar las situaciones. Y  ¡¡como no!! divertirse (cada uno según su gusto), también ayuda a aprender el arte de vivir.
4. Educar la fuerza de voluntad, planteándonos objetivos realistas, claros, sin abandonarnos a la inacción. Para ello es muy útil vivir de forma consciente y ordenada aquellas situaciones que nos tambalean. Tomar cierto autocontrol de forma deliberada y evitar esa tendencia a huir de la dificultad y abandonarse. Al final la voluntad de que el deseo de transformación se ejecute está, un poco en nuestras manos de cara a la obtención de un propósito de vida significativo.
5. Saber pedir ayuda. En nuestra sociedad a veces entendemos que pedir ayuda es síntoma de debilidad. Ante una situación difícil es vital reconocer nuestros puntos fuertes y débiles y para estos últimos saber que pedir ayuda será la mejor forma de que no nos bloqueemos. Todos tenemos un círculo de confianza, una referencia de donde o a quién acudir para pedir ayuda o simplemente ser escuchados. Es una ayuda valiosísima para abarcar un proceso de adaptación y transformación positiva.

La resiliencia en tiempos de pandemia.
En estos tiempos que vivimos podemos preguntarnos cómo se ha puesto a prueba nuestra capacidad de resiliencia.
Si mi seguridad personal está condicionada por las relaciones interpersonales, el confinamiento, sin lugar a dudas ha podido influir negativamente. Nos hemos visto forzados al aislamiento y esto ha podido generar inseguridades. Pero un confinamiento físico no debería ser confinamiento social. Hemos seguido fomentando (y debemos seguir haciéndolo) las relaciones sociales (reinventándonos). Debemos cuidarlas contribuyendo así a crear ese clima amoroso que refuerza nuestra autoestima y que es como hemos visto más arriba clave para fomentar la resiliencia.
Aceptemos la realidad y en vez de apegarnos al sufrimiento reflexionemos sobre cuestiones como estas:
¿Con esto que está pasando qué podemos hacer? ¿Qué hacemos ahora ante esta situación, ante esta perdida? Ayudar a una actitud resiliente no enfocar la atención en lo que he perdido, sino en lo que me queda.
Con lo que tenemos, con lo que se nos permite hacer ¿cómo puedo reinventarme? ¿De qué recursos personales, fortalezas puedo hacer uso?
¿Qué hemos aprendido o estamos aprendiendo de la situación?
¿Cuántas personas se han solidarizado ante el sufrimiento ajeno y han sacado lo mejor de ellos mismos?
¿De cuántas cosas hemos sido capaces de reconocer el valor al echarlas en falta?
¿Cuántas habilidades y destrezas hemos improvisado para relacionarnos?  
¿De cuántas pequeñas cosas hemos podido o podemos aprender a disfrutar?
Démonos cuenta que en la respuesta a estas preguntas están las claves para una actitud resiliente.
Ahora que sabemos más de lo que significa resiliencia y que, incluso reconozcamos en nosotros mismos fortalezas resilientes en algún momento de nuestras vidas. Como curiosidad quizás entendamos mejor la elección del presidente francés Enmanuel Macron, del nombre con el que bautizó la operación que moviliza el ejército para la ayuda y el apoyo de la población y de los servicios públicos para afrontar la pandemia: “Resilience” (Resiliencia).

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