martes, 21 de abril de 2020

Empatizar con los llamantes confinados




José Portillo
Orientador y dinamizador de grupos en el Teléfono de la Esperanza

El coronavirus detectado en Wuhan se ha extendido rápidamente por todo el mundo. Tanto los orientadores como los profesionales del Teléfono de la Esperanza atendemos gratuitamente a las personas que nos llaman porque viven una situación de crisis o porque simplemente necesitan hablar sin temor alguno a ser malinterpretadas, juzgadas ni rechazadas. La soledad es el problema que más se repite en la mayoría de personas que recurren al Teléfono de la Esperanza para pedir ayuda.
La soledad elegida es maravillosa porque nos permite actuar con mucha libertad, pero no sucede lo mismo con la soledad impuesta, la cual produce un gran sufrimiento en quienes la padecen.
Tenemos una gran capacidad de adaptación. El 15 de marzo iniciamos un largo periodo de cuarentena. 
El hecho de no poder salir de casa aumenta el sufrimiento de quienes necesitan salir por causa de sus enfermedades mentales y de quienes llevan a cabo diferentes actividades de ocio con el fin de poder relacionarse.
El efecto psicológico de la privación de mantener relaciones físicamente tendría un impacto mayor del que tiene en la actualidad en nuestra sociedad si no existieran las redes sociales ni las aplicaciones como Skype que nos permiten participar en audioconferencias y videoconferencias con grupos de familiares, amigos o compañeros de trabajo, quienes contribuyen a hacernos más fácil las semanas del  confinamiento.
Es importante tener en cuenta que muchas personas mayores no están familiarizadas con el uso de las nuevas tecnologías, por lo que se hace necesario mantener llamadas telefónicas con ellas, ya que necesitan ser acompañadas, y, en muchos casos, comprender que sus hijos y nietos no se les acercan porque se han cansado de ellas y ya no les importan, sino porque las aman y no quieren contagiarles el coronavirus, en el caso de que estén afectados. Estamos viviendo una situación tan difícil como desconocida para nosotros. Muchos niños demuestran su frustración por no poder salir y su aburrimiento haciendo travesuras para ver si sus llamadas de atención les ayudan a conseguir lo que quieren, y bastantes adultos se encuentran desconcentrados, temiendo que la cuarentena se alargue demasiado, descontrolando cada día más sus horarios, y sin establecer rutinas que les ayuden a tener cierto bienestar mental durante el confinamiento, ya que, cuanto antes dejamos de centrarnos en nuestras preocupaciones, se nos reduce el nivel de ansiedad más rápidamente.
A las dificultades citadas se añaden los problemas que tienen quienes se encuentran con que deben pasar las 24 horas del día con familiares con quienes tienen problemas, y con quienes les es difícil pactar una pausa en sus enfrentamientos mientras se prolonga la cuarentena. 
¿Para qué recurren al Teléfono de la Esperanza quienes necesita desahogarse si están rodeados de familiares con quienes pueden hablar?.  No nos han educado para tener la capacidad de escuchar a los demás cuando hablan. Además, no nos es fácil hablar con aquellos a los que no queremos contarles nuestros problemas, ora para evitarles sufrir, ora porque no creemos que nos pueden comprender. Es en esta situación en la que los orientadores del Teléfono de la Esperanza permitimos que nuestros llamantes nos cuenten sus problemas sin miedo a ser malinterpretados ni juzgados, porque, cuando le contamos nuestros problemas a alguien que sabe escucharnos, solemos escucharnos mejor de lo que lo hacemos cuando reflexionamos estando solos.
Recuerdo el caso de una señora de ochenta y cinco años que no podía dormir. Llamó al Teléfono de la Esperanza con mucho miedo y diciendo: "Este bichejo maldito nos va a matar a todos". Hablé con ella durante unos minutos, durante los cuales se le redujo la ansiedad, y logró despedirse para conciliar el sueño, deseándome que me tomara algo caliente, con el fin de evitarme pasar frío.
También recuerdo el caso de un señor mayor de cincuenta años que ha conducido diferentes vehículos durante muchos años, y que no podrá hacerlo más, porque le han diagnosticado una enfermedad mental. No tiene actividades, carece de amigos, y no sabe cómo enfrentar el futuro incierto. Le recomendé que pidiera ayuda psicológica a través de la web Comparte Vida
http://www.compartevida.es
Una señora llamó al Teléfono de la Esperanza quejándose porque se sentía sola. Fue maltratada por sus padres durante los años de su infancia, la expulsaron del hogar paterno durante los años de su
adolescencia y sufrió malos tratos de su pareja durante muchos años, y en la actualidad le pesa la soledad. No me fue posible ayudarla a alcanzar la paz interior que necesitamos para afrontar el sufrimiento. Durante la llamada me gritó diciéndome que no la comprendía, porque no lloraba con ella. La acompañé durante más de veinte minutos, y, cuando logré empatizar con ella, le recomendé que pidiera ayuda en la web Comparte Vida.
Tenemos el desafío de reinventarnos para sobrevivir al coronavirus, y los profesionales y los orientadores del Teléfono de la Esperanza, seguiremos ayudando y acompañando a quienes necesiten ayuda psicológica y una voz amiga que los acepte incondicionalmente.


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