José Portillo
Orientador y dinamizador de grupos en el Teléfono de la Esperanza
El coronavirus detectado en Wuhan se ha
extendido rápidamente por todo el mundo. Tanto los orientadores como
los profesionales del Teléfono de la
Esperanza atendemos gratuitamente a las
personas que nos llaman porque viven una situación de crisis o porque simplemente necesitan hablar sin
temor alguno a ser malinterpretadas,
juzgadas ni rechazadas. La soledad es el
problema que más se repite en la mayoría de personas que recurren al Teléfono de la
Esperanza para pedir ayuda.
La soledad elegida es maravillosa porque nos
permite actuar con mucha libertad, pero
no sucede lo mismo con la soledad impuesta, la cual produce un gran sufrimiento
en quienes la padecen.
Tenemos una gran capacidad de adaptación. El 15 de marzo iniciamos un largo periodo de cuarentena. El hecho de no poder salir de casa aumenta el sufrimiento de quienes necesitan salir por causa de sus enfermedades mentales y de quienes llevan a cabo diferentes actividades de ocio con el fin de poder relacionarse.
Tenemos una gran capacidad de adaptación. El 15 de marzo iniciamos un largo periodo de cuarentena. El hecho de no poder salir de casa aumenta el sufrimiento de quienes necesitan salir por causa de sus enfermedades mentales y de quienes llevan a cabo diferentes actividades de ocio con el fin de poder relacionarse.
El efecto psicológico
de la privación de mantener relaciones físicamente tendría un impacto mayor del que
tiene en la actualidad en nuestra
sociedad si no existieran las redes sociales ni las aplicaciones como Skype que nos permiten participar en
audioconferencias y videoconferencias con
grupos de familiares, amigos o compañeros de trabajo, quienes contribuyen a hacernos más fácil las semanas del confinamiento.
Es
importante tener en cuenta que muchas personas mayores no están familiarizadas con el uso de las nuevas
tecnologías, por lo que se hace necesario
mantener llamadas telefónicas con ellas, ya que necesitan ser acompañadas, y, en muchos casos, comprender que sus
hijos y nietos no se les acercan porque
se han cansado de ellas y ya no les importan, sino porque las aman y no quieren contagiarles el
coronavirus, en el caso de que estén
afectados. Estamos viviendo una situación
tan difícil como desconocida para nosotros.
Muchos niños demuestran su frustración por no poder salir y su aburrimiento haciendo travesuras para ver si sus
llamadas de atención les ayudan a
conseguir lo que quieren, y bastantes adultos se encuentran desconcentrados, temiendo que la cuarentena se alargue
demasiado, descontrolando cada día más
sus horarios, y sin establecer rutinas que les
ayuden a tener cierto bienestar mental durante el confinamiento, ya que, cuanto antes dejamos de centrarnos en
nuestras preocupaciones, se nos reduce el
nivel de ansiedad más rápidamente.
A las dificultades citadas se añaden los problemas que tienen quienes se encuentran con que deben pasar las 24 horas del día con familiares con quienes tienen problemas, y con quienes les es difícil pactar una pausa en sus enfrentamientos mientras se prolonga la cuarentena.
A las dificultades citadas se añaden los problemas que tienen quienes se encuentran con que deben pasar las 24 horas del día con familiares con quienes tienen problemas, y con quienes les es difícil pactar una pausa en sus enfrentamientos mientras se prolonga la cuarentena.
¿Para qué recurren al
Teléfono de la Esperanza quienes necesita desahogarse si están rodeados de
familiares con quienes pueden hablar?.
No nos han educado para tener la capacidad de escuchar a los demás cuando hablan. Además, no nos es fácil hablar
con aquellos a los que no queremos contarles nuestros problemas, ora para evitarles sufrir,
ora porque no creemos que nos pueden
comprender. Es en esta situación en la que los orientadores del Teléfono de la Esperanza permitimos que nuestros
llamantes nos cuenten sus problemas sin
miedo a ser malinterpretados ni juzgados, porque,
cuando le contamos nuestros problemas a alguien que sabe escucharnos, solemos escucharnos mejor de lo que lo
hacemos cuando reflexionamos estando
solos.
Recuerdo
el caso de una señora de ochenta y cinco años que no podía dormir. Llamó al Teléfono de la Esperanza
con mucho miedo y diciendo: "Este
bichejo maldito nos va a matar a todos". Hablé con ella durante unos minutos, durante los cuales se le redujo la
ansiedad, y logró despedirse para
conciliar el sueño, deseándome que me tomara algo caliente, con el fin de
evitarme pasar frío.
También recuerdo el caso de un señor mayor de cincuenta años que ha conducido diferentes vehículos durante muchos años, y que no podrá hacerlo más, porque le han diagnosticado una enfermedad mental. No tiene actividades, carece de amigos, y no sabe cómo enfrentar el futuro incierto. Le recomendé que pidiera ayuda psicológica a través de la web Comparte Vida http://www.compartevida.es
Una señora llamó al Teléfono de la Esperanza quejándose porque se sentía sola. Fue maltratada por sus padres durante los años de su infancia, la expulsaron del hogar paterno durante los años de su
adolescencia y sufrió malos tratos de su pareja durante muchos años, y en la actualidad le pesa la soledad. No me fue posible ayudarla a alcanzar la paz interior que necesitamos para afrontar el sufrimiento. Durante la llamada me gritó diciéndome que no la comprendía, porque no lloraba con ella. La acompañé durante más de veinte minutos, y, cuando logré empatizar con ella, le recomendé que pidiera ayuda en la web Comparte Vida.
Tenemos el desafío de reinventarnos para sobrevivir al coronavirus, y los profesionales y los orientadores del Teléfono de la Esperanza, seguiremos ayudando y acompañando a quienes necesiten ayuda psicológica y una voz amiga que los acepte incondicionalmente.
También recuerdo el caso de un señor mayor de cincuenta años que ha conducido diferentes vehículos durante muchos años, y que no podrá hacerlo más, porque le han diagnosticado una enfermedad mental. No tiene actividades, carece de amigos, y no sabe cómo enfrentar el futuro incierto. Le recomendé que pidiera ayuda psicológica a través de la web Comparte Vida http://www.compartevida.es
Una señora llamó al Teléfono de la Esperanza quejándose porque se sentía sola. Fue maltratada por sus padres durante los años de su infancia, la expulsaron del hogar paterno durante los años de su
adolescencia y sufrió malos tratos de su pareja durante muchos años, y en la actualidad le pesa la soledad. No me fue posible ayudarla a alcanzar la paz interior que necesitamos para afrontar el sufrimiento. Durante la llamada me gritó diciéndome que no la comprendía, porque no lloraba con ella. La acompañé durante más de veinte minutos, y, cuando logré empatizar con ella, le recomendé que pidiera ayuda en la web Comparte Vida.
Tenemos el desafío de reinventarnos para sobrevivir al coronavirus, y los profesionales y los orientadores del Teléfono de la Esperanza, seguiremos ayudando y acompañando a quienes necesiten ayuda psicológica y una voz amiga que los acepte incondicionalmente.
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