Por
su carácter etéreo, las palabras parecen nacer y morir casi al
mismo tiempo.
Sin
embargo, el Teléfono de la Esperanza ha hecho de las palabras su
moneda de cambio.
Todos
los voluntarios conocen su valor. En cada llamada recibimos palabras
impregnadas de sentimientos, que implican momentos vividos, que
transportan carencias, necesidad de ser depositadas en otra persona
que de alguna forma las devuelva traducidas desde otro aspecto y que
a su vez al ser escuchadas y recogidas por el llamante lleven una
visión calmada, positiva, evolutiva, que produzca en su mente una
huella nueva.
La
importancia de esta transmisión, ha de ser consciente en el
orientador, para que la huella, que sabemos que puede dejar, sea
realmente ecológica, generadora de pensamientos positivos,
germinadora del sentido de vida o transformadora de actitudes.
Sabemos
que tenemos muchos tipos de llamantes. Unos con desordenes mentales o
psicológicos, otros con problemas relacionales, otros más en
situación de crisis puntuales externas o internas, también en
situación de duelo, o instalados en la desesperanza, en la
anhedonia, o en la frustración, la ira, la tristeza o la soledad.
Con
este diagnóstico tan variado y tamizado de llamantes, hemos de estar
atentos a la duración, en el tiempo del problema expuesto por el
llamante, siendo este factor importante y a tener en cuenta, en situaciones de dependencias o cuando detectemos baja resiliencia. Es necesario tener
esto presente, aún en llamantes habituales,
en los que por creer que siguen o están en la misma situación que
sus anteriores llamadas, haga que bajemos la guardia para detectar
las novedades que esconden sus palabras. Hacer preguntas que tengan
que ver con la iniciativa, con las relaciones, con las soluciones,
con la empatía o con la aceptación pueden darnos pistas que nos
hablen de sus cambios cognitivos conductuales, con sus anhelos
ocultos, de forma que introduciendo algunas expectativas diferentes
acerca de estos puntos tal vez logremos hacerlos más autónomos o
que su dependencia a llamadas habituales sea menor. Muchas veces al
aceptar nosotros su situación fomentamos su necesidad de que alguien
comprenda su adversidad, asentándose en el confort de la escucha del
orientador.
Es
en este momento donde las palabras cobran importancia. Escoger la
palabra adecuada que inicie un nuevo mapa mental en el llamante,
tiene que ver con nuestra compasión y ayuda a esa persona, también
con nuestra paciencia para la detección de sus palabras
devolviéndoselas trasformadas en sentido y entonación, desde otro
ángulo, ya sea espacial, temporal o cognitivo.
Las
palabras trasformadoras son palabra-huella que ponen a pensar, hasta
el punto que la persona crea que esos pensamientos han sido generados
por ellos mismos incitándoles a nuevas percepciones y conductas, en
definitiva y según los casos, tal vez piensen que es posible llevar
las riendas de sus vidas, y experimenten que hacerlo, les hace más
seguros, más interactivos y felices.
2 comentarios:
Lucidez, sabiduría y amor. Gracias.
Lucidez, sabiduría y amor. Gracias.
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