miércoles, 21 de noviembre de 2018

"La vida a veces es dura, pero hay que luchar. La formación vivencial del Teléfono de la Esperanza 'te da la vuelta' como persona y nunca eres el de antes"


Francisco García en el puesto de Orientación


Francisco J. García es Licenciado en Filología Inglesa y profesor en un instituto. A sus 50 años, hace ya 28 que comenzó a colaborar en el Teléfono de la Esperanza de Málaga. Razones de trabajo le llevaron a un destino en Valencia donde colaboró con nuestra organización durante años. Finalmente, ha vuelto a Málaga, su ciudad natal, y hace unos meses retomó sus turnos como orientador en la sede de 'Villa Esperanza'. 

¿Habías colaborado antes con otra ONG? No

¿Cómo fue tu primer contacto con el Teléfono de la Esperanza? Susana Rodríguez, amiga mía e hija de uno de los fundadores del Teléfono de la Esperanza en Málaga, me llevó un día a la sede del Teléfono en el año 90 y desde ese día supe que quería colaborar con esta ONG

¿En qué departamento empezaste a colaborar? Siempre he colaborado en el departamento de Orientación. Además, en el año 94, durante trece meses, hice la prestación social sustitutoria, alternativa al servicio militar, en el Teléfono de la Esperanza. En esos meses colaboré también en tareas administrativas y de organización.

¿En qué consistió tu formación para la orientación y qué es lo que más te gustó? Consistió en unos cursos que hice en Cercedilla (que organizaba un hermano del fundador) y un seguimiento en Málaga de diez semanas. El seguimiento de los dos primeros cursos lo llevó Julio Redondo, sacerdote pasionista y director entonces de nuestra organización, una de las  mejores personas que he conocido. El seguimiento del último curso lo llevó otro compañero, Adrián. Lo que más me gustó fue lo completa que es la formación y el ambiente de compañerismo que había y hay en el Teléfono de la Esperanza. Siempre hemos sido una familia. La formación del Teléfono de la Esperanza, que es continua, imprime carácter. Como dice Sergio Ferrero, sacerdote que también fue director del Teléfono de la Esperanza, no eres colaborador del Teléfono de la Esperanza, ERES TELÉFONO DE LA ESPERANZA. Lo que aprendes, lo aplicas también en todos los ámbitos de tu vida. 

¿Qué recuerdos tienes de las primeras llamadas que tuviste que atender?  Para mí fue muy ilusionante poder ayudar a los demás, y sentirme parte de un equipo. En aquel tiempo, en los 90, éramos realmente una familia. Y para mí, que hacía sobre todo noches, era muy reconfortante hablar a la mañana siguiente con María del Mar (la trabajadora social) o con Angelita, una colaboradora ejemplar, y contarle qué tal había ido la noche. Tuve la mala suerte de que en una de las primeras llamadas atendí a una chica que había tomado unas pastillas. Su voz se fue apagando poco a poco y la llamada se cortó. Llamaba de la otra parte de España. Sólo quería hablar con alguien, antes de morir. Me consolaba ella a mí, me decía que no me sintiese culpable. Estuve unos días dándole vueltas a la llamada. Siempre me quedé con la incertidumbre de saber qué pasó. 

La soledad parece que ha sido y es una constante en la atención telefónica del Teléfono de la Esperanza. Hoy día, sin embargo, la mayor parte de la población participa en muchos canales de comunicación como las redes sociales o WhatsAspp. Estamos hiperconectados, pero la soledad estando muy presente. ¿Qué está pasando? Son herramientas que pueden ser muy útiles y que no se deben demonizar. A veces, incluso, se pasa de las redes sociales al contacto real y en muchas ocasiones son un vehículo para fomentar el contacto con las personas. Evidentemente, estos canales de comunicación sin un contacto en persona pueden ser contraproducentes. Son un apoyo, no algo sustitutorio. Yo las veo como algo positivo. Soy un usuario activo de Whatsapp, Facebook y ahora también estoy en Twitter e Instagram. :)

¿Se nota en los llamantes más sensación de vacío provocada por falta de valores arraigados o de vida interior más allá de lo puramente material y las preocupaciones del día a día? He estado 15 años sin colaborar. De lo que yo recuerdo, de mi colaboración desde el año 90 hasta el 2003, los problemas son básicamente los mismos: la soledad, la incomunicación, los problemas relacionales, la pérdida de sentido. La sociedad ha avanzado tecnológicamente pero los problemas que nos afectan son los esenciales: cómo soy, cómo me comunico y qué sentido tiene mi vida. 

¿Cual o cuales han sido los casos que más te han impactado de los que has atendido en estos años? Pues contaré un caso diferente del anterior, el de un señor de una ciudad de la provincia de Málaga que tomó unas pastillas antes de empezar a hablar con nosotros y se quedó dormido con la línea telefónica abierta. Llamamos a la Policía y Telefónica rastreó la llamada, centralita por centralita, hasta localizar a este señor (años 90). Lo llevaron al hospital. Pocos días después llamó a nuestra sede para dar las gracias. Me sentí muy orgulloso.

¿Qué intentas transmitir al llamante para que se sienta acompañado y orientado? Que en esta vida hay que pelear las cosas, hay que luchar.  Que las cosas pueden ir mal, que la vida puede ser trágica pero yo tengo que cumplir con la parte que depende de mí. En realidad yo también me aplico lo aprendido a mi vida cotidiana, porque he cometido errores y he sufrido reveses vitales, pero no me he abandonado, he luchado. Pero, en general, en las llamadas procuro no dirigir a las las personas. Procuro que mediante respuestas empáticas o dinámicas de campo de fuerzas y otras técnicas busquen sus propias soluciones. No dar un pez sino ayudar a pescar. 

¿Corres el riesgo de llevarte los problemas de las personas a casa? ¿Cómo lo evitas? En general no me llevo los problemas a mi casa. 

¿Cómo orientas al llamante que habla de suicidio? En mis años de colaborador he hecho más de 365 noches en orientación. Y la noche es el momento del día donde creo que hay más suicidas. En las llamadas suicidas procuro valorar cuál es la idea de muerte, ver cuáles son los puntos fuertes y débiles del llamante, ver cuál es el problema nuclear  e intentar iluminar los aspectos positivos sanos y positivos que tiene. En determinados casos he firmado un contrato verbal con los llamantes, les he dicho que, dado que tienen decidido suicidarse, que por qué no se esperan unos días. Que vengan a  nuestra sede y han hablado con alguien del departamento de psicología. Y ha funcionado. 
En otros casos, le he dado la vuelta a la llamada, les he preguntado si realmente habían tomado la decisión de suicidarse, por qué han llamado al Teléfono de la Esperanza. Y si responden que es que no lo tienen claro, entonces ofrecerles nuestra ayuda plena. Como decía Ángel Madrid, psicólogo y uno de los hermanos del fundador, las llamadas suicidas son las más difíciles y a la vez las más fáciles. Se trataría básicamente de hablar y de crear un clima de afecto con la persona. A partir de ahí, del afecto, se puede tener mucho más éxito en su abordaje.   

Cuéntanos que motivó tu marcha a Valencia y en qué departamentos colaboraste en el Teléfono de la Esperanza en esa ciudad
En el año 2001 no hubo oposiciones de secundaria en Andalucía, donde ya era profesor interino de inglés. Me presenté en Valencia y fui el único que aprobé de mi tribunal. Y me encantó la ciudad. De hecho, he estado 14 años en Valencia, aunque sólo fui orientador durante dos años en el Teléfono de la Esperanza de Valencia. Algunos de mis amigos valencianos son antiguos colaboradores del Teléfono de la Esperanza. ¡ No hay nada como tener un amigo orientador ! 

Da razones para unirse al voluntariado del Teléfono de la Esperanza y para realizar cursos para mejorar la salud emocional en general La razón fundamental es la solidaridad entre los seres humanos. Ayudar y ser ayudado. Hoy eres tú pero en ocasiones he sido yo el que he necesitado ser escuchado. Ser voluntario del Teléfono de la Esperanza es sentirse parte de una gran familia. Este verano volví a coincidir con antiguos orientadores de Málaga, 15 años después, y es como si el tiempo no hubiese pasado. Nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos, los que queremos echarle una mano a los demás. Y los cursos son geniales. La formación del Teléfono de la Esperanza es, de hecho, una de las más completas entre todas las ONGs existentes. Y son vivenciales. Literalmente, "te dan la vuelta" y ya nunca vuelves a ser el de antes. Y lo que aprendes lo puedes aplicar a tu vida cotidiana.

¿Qué es para ti lo más gratificante de colaborar con el Teléfono de la Esperanza y que ha aportado a tu vida?
Me voy a poner un poco prosaico. Que termine un turno de noche, casi sin dormir, ir a la cafetería 'Isamoa', en calle Compás de la Victoria y tomarme un dulce de chocolate con el café con leche.:)  Y pensar que he recibido mucho más de lo que he dado. El Teléfono es una escuela de vida, y una herramienta muy poderosa para interpretar tu entorno y para entenderte a ti mismo. Cuento una experiencia personal. Sufrí acoso hace unos años y tuve que pasar por una peritación psicológica forense para demostrar que había un daño psicológico. Y las dos psicólogas forenses decían que se notaba enormemente que había estado anteriormente en terapia y que había colaborado en el Teléfono de la Esperanza. En mi caso, el Teléfono de la Esperanza, mis amigos y familia, mi psicóloga, mi cardiólogo y mi fe cristiana me salvaron. La vida en ocasiones es dura, pero, como dije al principio, hay que luchar, siempre hay motivos para la esperanza. Y detrás de una noche dura siempre hay un dulce de chocolate que te espera a la vuelta de la esquina. :)






3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias, Francisco: con orientadores como tú siempre habrá esperanza al otro lado del teléfono.

Unknown dijo...

Muchas gracias.

Unknown dijo...

Muchas gracias.