sábado, 3 de noviembre de 2018

CON OTRAS GAFAS / Dignidad y esperanza frente a "los caprichos de la política"


El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi (centro), presentó un nuevo
 Pacto Mundial sobre Refugiados el 31 de octubre.  ONU Photo / Manuel Elias

El Gobierno de Honduras aseguró el viernes que 6025 migrantes que habían salido de su país rumbo a Estados Unidos han vuelto a territorio hondureño gracias al programa 'Retorno Seguro'. Un total de 2665 de esos migrantes son menores de edad que viajaban con sus familiares o lo hacian solos. Aseguran las autoridades hondureñas que el programa, dotado con 25 millones de dólares de presupuesto, consta de seis etapas: retorno seguro, ayuda humanitaria en la frontera, protección social en el lugar de origen, oportunidades de empleo, oportunidades de emprendimiento productivo y acceso a becas para educación formal y no formal.
La noticia del retorno seguro a Honduras de estos migrantes se produce mientras varios miles de hondureños, salvadoreños y guatemaltecos caminan rumbo a Estados Unidos. Se trata de familias enteras de hombres, mujeres y niños, hartos de la pobreza, la desigualdad y la violencia desmedida que hay en sus países. Ejercen un derecho natural a buscar una vida y un futuro mejores. También ejercen un derecho a regresar a sus países, los que se acogen al programa 'Retorno Seguro' a Honduras.
El fenómeno de los flujos de población desplazada alcanzó su cénit en 2017 al contabilizarse nada menos que 68,5 millones de personas que han tenido que dejar sus hogares por las guerras, conflictos étnicos, persecuciones políticas, discriminaciones por orientación sexual y raza, pobreza y a causa del cambio climático. ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, cifra en 24,5 millones el número de esas personas que están refugiados en otros países. Se da la circunstancia de que 9 de cada 10 está en estados en desarrollo y en zonas alejadas, lo que complica la gestión de los recursos e infraestructuras locales.
Mientras estos movimientos de población -superiores a los que se registraron tras la Segunda Guerra Mundial- se mueven en casi todos los continentes, crecen las políticas migratorias restrictivas, el rechazo a los recién llegados o incluso a los que no han llegado. Políticos como Salvini en Italia y Trump en Estados Unidos utilizan con descaro el miedo a lo desconocido para lanzar mensajes demagógicos y cargados de xenofobia sobre los que basan sus políticas populistas de rechazo para mantenerse en el poder.
Sin embargo, alejados de los focos y la atención permanente de los grandes medios internacionales, representantes de estados, organizaciones, expertos, miembros de la sociedad civil y refugiados han trabajado desde hace dos años para que la comunidad internacional sea capaz de articular procedimientos con los que mejorar la respuesta que esperan millones de personas, facilitarles apoyo en situaciones complicadas y localizaciones difíciles y promover que sean ellos mismos los constructores de su futuro. Jim Yong Kim, que es el presidente del Banco Mundial, destacó en una sesión de la Asamblea General de la ONU que "el 52% de las personas refugiadas tienen menos de 18 años" y "las consecuencias de la inacción nos perseguirán por generaciones".
Los trabajos se vienen haciendo discretamente sin enfoques dirigistas de arriba hacia abajo y teniendo muy en cuenta las respuestas que comunidades y estados vienen ya llevando a cabo por iniciativa propia o con apoyo de la ONU en lugares tan dispares como Bangla Desh, Italia, Uganda, Malí, México y Costa Rica, entre otros.  Están funcionando programas de acogida, promoción del empleo, salud y la fundamental educación en comunidades de acogida.
"Por primera vez tenemos un modelo práctico y factible. Disponemos de herramientas para hacerlo posible", dijo Filippo Grandi, Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU en la presentación el 31 de octubre de lo que ya se conoce como Pacto Mundial de los Refugiados. En la misma reunión, se señaló muy significativamente que uno de los objetivos de este pacto humanitario y por la dignidad de las personas es "evitar los caprichos de la política". Suena realmente esperanzador, pero ahora la pelota queda precisamente en el campo de los líderes políticos. Antes de que finalice 2018 está previsto que los estados den su respaldo al pacto en la Asamblea General de la ONU.


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