Un grupo católico de Italia recibe más refugiados que 15 países de la UE. La frase, convertida en titular, apareció en el diario "El País" el pasado 28 de febrero y causó sorpresa, por un lado, y admiración por otra en redes sociales. Situémonos. A finales de 2015, tras la muerte del niño Aylan en una playa y la oleada de personas huidas de la guerra entrando en la zona oriental de Europa, diferentes estados de la UE se comprometieron a algo básico, elemental y obligado jurídicamente por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y diferentes tratados internacionales; dar refugio a las personas que huyen de guerras y conflictos.
Los países europeos aceptaron recibir 160.000 personas y España a algo más de 17.000. El proceso se inicio con lentitud frente a la demanda de organizaciones humanitarias que estaban preparadas para recibir a estas personas. En un aciago día de marzo de 2016, los líderes de la UE firmaron un acuerdo por el que destinaban 2.000 millones a Turquía a cambio de recibir a los huidos de Siria. Esto supuso un golpe cruel para miles de familias con niños que dejaron casas, colegios y negocios para rehacer sus vidas lejos de la guerra, porque la necesidad de huir no se para ante las vallas ni los muros mentales. La huida se trasladó al mar, vía Libia, mediante precarias embarcaciones fletadas por mafias sin escrúpulos. Más de 5.000 personas murieron ahogadas en 2016, entre los huidos de Siria y otros que proceden de países africanos en conflicto.
Mientras tanto 60.000 personas habían quedado varadas en "tierra de nadie" en varias islas griegas y los Balcanes. Muchos llevan un año en campamentos provisionales. Durante la ola de frío de enero, ONGs como Médicos sin Fronteras -que ha salvado miles de vidas con sus dos barcos-, Aministia Internacional y Save The Children lanzaron campañas de recogidas de firmas para que se acoja de verdad a esas personas y se ponga fin al sufrimiento añadido que la UE les está infligiendo.
Refugiados recién llegados a Italia. Foto: Europa Press |
La noticia que abre este post hace referencia a la Comunidad de San Egidio que, gracias a un sistema de pasillos humanitarios, ha logrado acoger en Italia a 700 personas en un proceso de varias fases que ya está dando frutos en asentamiento, empleo y escolarización de los niños. San Egidio asume la mayor parte de las responsabilidades y cuenta con la colaboración de otras confesiones religiosas como la Federación de Iglesias Evangélicas de Italia y la Mesa Valdesa.
Ese camino de esperanza y solidaridad para los refugiados puede hacerse más amplio si España, que solo ha acogido 1.100 personas de las 17.000 a las que iba a dar asilo, da el paso pedido por la Iglesia Católica esta semana, abrir aquí pasillos humanitarios y seguir el modelo de acogida de San Egidio en Italia.
Confesiones religiosas, organizaciones sociales y personas individuales están dando un notable ejemplo de trabajo en red para crear espacios humanos de acogida frente a la cicatería, el desinterés y la falta de sensibilidad de los dirigentes europeos en sus lejanas reuniones blindadas de Bruselas. Y todo ocurre en la Europa que creó e impulsó el derecho de asilo, entre otros derechos humanos.
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