Pablo Ráez se ha ido. Nos deja su sonrisa de chaval sano y una vida joven, luchadora y madura. Muy madura. A sus 20 años tuvo que lidiar contra la leucemia, enfrentarse a ella día a día y aprender a seguir adelante. Su fuerza para resistir y seguir en la brecha fue tan grande que enarboló la bandera de la lucha contra el cáncer, narrando día a día su evolución y llamando a la sociedad a compartir médula. Entre largos y agresivos tratamientos descubrió que la causa le trascendía, pero no le superaba. Era suya. Su causa y razón de vivir. Por eso luchó hasta el final mientras a su alrededor crecían la admiración, el apoyo y las donaciones. Solo en la provincia de Málaga se incrementaron un 1.300% en el año 2016.
Conforme la ola de apoyo a su causa aumentaba, él parecía hacerse más ligero en su posición de guía por el sendero de la solidaridad. El pasado 17 de enero, homenajeado por la afición y la directiva del Unicaja, le restó importancia a su iniciativa de liderar la campaña para aumentar las donaciones de médula.
La sencillez, el coraje y la valentía de Pablo conquistaron
paso a paso la admiración de la sociedad. Dos chavales le compusieron una canción y una chirigota gaditana inmortalizó con mucho sentiminento su gesta. Todos abrían paso al chico de la sonrisa del amor. Cuando falleció numerosos rostros famosos, las gradas silenciosas del estadio 'La Rosaleda' y miles de personas con mensajes en las redes sociales expresaron su tristeza y respeto. Hasta su párroco admitió que hubiera preferido estar entre el público a tener que hablar de la grandeza de Pablo en su funeral. Un chico grande que nos ha dejado un gran legado de humanidad y solidaridad.
Foto: www.diariosur.es |
paso a paso la admiración de la sociedad. Dos chavales le compusieron una canción y una chirigota gaditana inmortalizó con mucho sentiminento su gesta. Todos abrían paso al chico de la sonrisa del amor. Cuando falleció numerosos rostros famosos, las gradas silenciosas del estadio 'La Rosaleda' y miles de personas con mensajes en las redes sociales expresaron su tristeza y respeto. Hasta su párroco admitió que hubiera preferido estar entre el público a tener que hablar de la grandeza de Pablo en su funeral. Un chico grande que nos ha dejado un gran legado de humanidad y solidaridad.
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