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Victoria Souvirón. Psicóloga y periodista. Voluntaria en el Teléfono de la Esperanza
Niños que no paran quietos un segundo, que se levantan de su
asiento en el aula por más que la profesora les diga que deben permanecer
sentados, que no atienden en clase, que se distraen con una mosca, que no
guardan el turno en la fila, que olvidan los deberes, que no acaban la tarea o
la realizan de forma desordenada y sucia… Estos son algunos de los síntomas del
Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), un problema
psicológico que en los últimos años parece haberse disparado en nuestra sociedad.
El TDAH ha levantado una gigantesca polémica entre los
partidarios de su existencia y quienes aseguran que es un cuento inventado por
las grandes farmacéuticas para hacer negocio con la medicación de niños
inquietos e inatentos. La pregunta que se plantea es: ¿Realmente hay una
epidemia de TDAH entre la población infantil o es una moda entre profesionales
de la medicina, la psicología y la educación, que también ha contagiado a los
medios de comunicación y a las propias familias.
Como ocurre en tantas otras cosas de la vida, el TDAH no es
cuestión de todo o nada, de blanco o negro. En numerosas ocasiones, detrás de
los síntomas que describe este trastorno no hay una deficiencia o alteración
cerebral que deba ser tratado con fármacos, sino una crianza poco adecuada, una
educación sobreprotectora o, en el polo opuesto, falta de apego seguro hacia el
niño.
¿Qué pueden hacer los padres ante la duda de si su hijo
tiene TDAH? Estas son algunas pautas útiles para averiguarlo:
- Observar si la conducta de su hijo se debe a llamadas de
atención, sobreprotección, celos hacia otro hermano u otras circunstancias que
nada tienen que ver con el TDAH. Para ello, se puede consultar con un psicólogo
infantil, pedagogo u orientador escolar.
Aprender las herramientas adecuadas para la educación de
los hijos y el manejo de los refuerzos, las rabietas, los premios y castigos.
Hay técnicas que funcionan muy bien y que se adquieren a través de las Escuelas
de Padres o el asesoramiento del psicólogo.Una vez que se ha puesto en marcha el programa educativo
familiar, si éste no responde y el Déficit de Atención y/o Hiperactividad
persiste de forma clara y preocupante en casa y en el colegio, no sólo en uno
de estos dos ámbitos, sería el momento de pedir al pediatra que valore la
posibilidad de que el niño sea derivado a los servicios de salud mental
infantil. En cualquier caso, no
hay que olvidar que lo fundamental es que criar hijos sean felices. Y para
ello, lo principal es darles amor, escucharles, dedicarles tiempo de calidad,
establecerles claramente las normas, limitarles el tiempo que dedican a las
nuevas tecnologías y, sobre todo, quererlos y aceptarlos como son.
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