jueves, 10 de agosto de 2023

Ayudar a los jóvenes chateando


 



Alejandro López

Alumno del Practicum de Psicología 2022-23 y voluntario en 'El Chat de la Esperanza'


Es la era de la globalización, de las redes sociales, del "postureo" digital, de los stories y los me gusta, de los seguidores y amigos; y estamos más solos que nunca. No digo que sea ni bueno ni malo, es lo que es, sin más. Puedes luchar contra ello o unirte; y contra molinos, no se puede luchar.

Cuando estudias en la UNED, ganas libertad y flexibilidad, pero también soledad. No tienes profesores, compañeros, amigos con los que hablar e intercambiar opiniones, sólo tu y tus libros, tus apuntes, tus foros y tus videos, tu mundo. Por esa razón, por huir de aquello, quería prácticas de verdad, contacto con personas y colegas; y conocer de primera mano historias reales, no teorías o casos. Me pareció buena idea solicitar las prácticas en el Teléfono de la Esperanza por la proximidad geográfica y flexibilidad horaria que me permitiera compaginar con mis otras actividades (como esa que honra y dignifica pero que sólo hacemos a cambio de dinero).

Al principio era ajeno a todo lo relacionado con el Teléfono. Para mí, que vivo en el barrio, sólo me llamaba la atención como casa decimonónica de las que abundan -cada vez menos- por la zona, camino del gimnasio.

Y yo, que los 40 ya no los cumplo -ni los 45- veía el Teléfono como algo para personas mayores, solitarias, que necesitan compañía y desahogo; desconocía que, como un iceberg, sólo se ve la punta y no todo el cuerpo que hay debajo y lo conforma. Aunque ese es otro tema.

Y si yo lo veía así, puedo imaginarme lo que ve un adolescente, de los que para ellos el teléfono sirve para todo menos para hablar. Y menos con una persona mayor que no le comprende (y quién comprende a un adolescente). Y menos en una situación de vacío intenso y oscuridad. Y menos cuando en tu cerebro martillea a ritmo de los latidos del corazón una idea, desesperada, tajante, desagradable e indeseable, pero que te libraría de tu dolor. Y es tu única solución. Y que no puedes compartir con tus amigos, para que no piensen que eres el raro. Ni con tus padres, que creen que son tonterías, y cuya única solución para ellos es "pon de tu parte para no estar así". Como si alguien eligiera estar en esa situación. Necesitan una herramienta que les permita asomar la cabeza desde su cueva emocional, con esa capa de invisibilidad que es el anonimato, y esa distancia personal que te da hablar con una pantalla, como suelen hacer normalmente, viviendo la vida a través de la ventanita de aproximación a la realidad que todos llevamos en el bolsillo.

El chat es una muestra de cómo la asociación se adapta a los nuevos tiempos sin perder su esencia. El acompañamiento como razón de ser y la escucha activa como modus operandi, se traducen en el chat en un acompañamiento más anónimo y distante, respetando su espacio personal; y una escucha más pautada y menos espontánea. Y es esa falta de espontaneidad del chat, la que podemos usar en nuestro favor. En una situación límite, todo el mundo es tu enemigo y el “NO” es tu defensa. Pero en un chat, la respuesta no es automática.

Tienes que leer el texto, entenderlo, pensar una respuesta y escribirla; y eso puede ayudar a que ésta sea más racional, menos automática y emocional.

Otra de las ventajas de esta aplicación es que no conoce tu sexo o edad, ni pueden inferir tu situación personal o laboral o formación académica. Eres un voluntario "random" (aleatorio) nada más. No hay prejuicio, y por ambas partes. Como voluntario sólo veo a una persona que necesita ayuda, necesita hablar y ser escuchado, que lo comprendan sin más y no lo juzguen.

Sólo escucho (leo) su historia, sus pensamientos y emociones y se las devuelvo, para que sea el usuario el que se dé cuenta de que tal vez no todo está perdido, tal vez no está tan solo, tal vez si hay salida…

Cuando termino una guardia, cierro el ordenador cansado pero satisfecho de saber que, independientemente del resultado, he estado ahí para alguien que lo necesitaba. Y es por esto que después de dos meses de haber terminado mis prácticas, sigo conectándome todos los lunes para simplemente "estar ahí", pero ya sin llevar la cuenta de las horas, ni buscar los créditos ni las notas. Ahora solo lo hago porque quiero hacerlo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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