sábado, 16 de abril de 2016

CON OTRAS GAFAS / La escucha es nuestro tesoro


Servicio urgente, gratuito, anónimo y especializado

Queridos amigos voluntarios:
La medalla concedida por el Ateneo de Málaga el 12 de abril, pone en valor la trayectoria y el trabajo, durante más de cuarenta años, de tantos voluntarios que han puesto su amor al servicio de los demás.
Me he sentido orgulloso representar en su entrega, a todos los voluntarios del Teléfono de la Esperanza, pues sois los verdaderos merecedores de ella. Sin olvidar a los familiares que ayudan a que realicemos nuestra labor de voluntariado.
Cuando alguien recibe un reconocimiento por mérito propio, podría verse tentado a engrandecer su ego, pero en este caso no puedo yo colgarme esta medalla, sino que tengo que dividirla miles de veces, convirtiéndola en miles de pequeñas partículas, para entregarlas a  todos los miles de hombres y mujeres que debitéis estar conmigo.
Y la tenemos también que entregar a los que llaman desde tantas partes del mundo y que acuden a nosotros para ser escuchados y ayudados, porque sin ellos, sin su humildad y su desesperación confiada, tampoco podríamos recibirla.
Al principio, a través de la conexión entre dos terminales telefónicas siempre se producía un encuentro entre una persona sufriendo y otra intentando ayudarla. Hoy día, el acercamiento y la modernidad han hecho que la palabra metálica y lineal se transforme en un verdadero contacto humano.
El cable telefónico en espiral de aquel teléfono fijo, se ha ido convirtiendo en una inmensa red de ondas invisibles que vibran entre todos, que conectan a la gente desde múltiples lugares cercanos y remotos, y en la que se solapan, sin distinción, los que necesitan ayuda con los que están ayudando, los últimos que han llegado con los que estaban desde siempre, los que saben y entienden con los que están aprendiendo, los que dan con los que piden, y los que escuchan con los que se desahogan.
Ahora los voluntarios procuramos, cada vez más, escucharnos a nosotros mismos, y así, a los que solicitan nuestra ayuda también los vamos enseñando a que se oigan a ellos mismos, y a que acaben conectando con todos los demás.
Hoy no solo hacemos el recorrido de la voz al oído, sino el de las manos a los ojos, el de los abrazos a las lágrimas, el de la sonrisa a la mirada, el de la ilusión a la entrega, el de la soledad a los sueños. Y con esas innumerables actividades cara a cara, decimos que somos más que un teléfono.

Cursos y talleres en el Teléfono de la Esperanza

El Teléfono de la Esperanza ha pasado de ser un aparato electrónico con números y auricular, a convertirse en un enorme corazón rojo, compuesto por las fibras de todos los que lo integramos. El sonido de la llamada se ha transformado en el pulso, a un mismo ritmo, de todos nuestros latidos. Y la escucha hacia el que lo necesita se ha convertido en un tesoro interior, cuya apertura nos lleva al maravilloso mundo de la conciencia, al de los sentimientos, al de las emociones, al de los valores, al de las fortalezas.
Hoy abordamos los problemas desde dentro, desde lo más íntimo y profundo, y nos abrazamos desde fuera formando una gran familia de iguales.
Por eso esta medalla va a resonar en todos y cada uno de los que hemos hecho grande esta institución solidaria, y  lucirá con orgullo y brillo en el pecho de todas las personas que alguna vez hayan pisado, marcado o descolgado el Teléfono de la Esperanza.
Muchas gracias al Ateneo por esta concesión, y a vosotros por vuestra entrega solidaria.

Un abrazo.
Juan Sánchez Porras

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