El 60% de los cuidadores no recibe ayuda
de otras personas en su extenuante labor de cuidado de enfermos crónicos,
terminales o gravemente discapacitados
Cuidar a un ser querido dependiente suele ser una
tarea agotadora tanto física como psicológicamente. Física, porque requiere de
un esfuerzo que, con frecuencia, no tiene límite. Y psicológica, dado que, en
muchas ocasiones, el sacrificio y los desvelos de la persona cuidadora no
pueden detener el deterioro progresivo del familiar enfermo o ya muy anciano.
La mayoría de quienes cuidan a una persona dependiente
está compuesto por mujeres, en un 83%, según datos de la Sociedad Española de
Geriatría y Gerontología. De ellas, un 43% son hijas del dependiente; un 22%,
esposas; y un 7,5% lo constituyen las nueras de la persona cuidada. La edad
media de la persona que cuida es de 52 años, pero en un 20% de los casos
supera, a veces ampliamente, los 65 años.
La enfermedad crónica, invalidante o terminal de un
miembro de la familia afecta profundamente la estabilidad emocional de toda la
casa. Es habitual que aumente la tensión con otros miembros de la familia como
hijos, pareja, etc. Compartir la vida junto a un ser querido dependiente genera
en la persona cuidadora un torbellino emocional muy difícil de manejar. Muchas
personas que están cuidando a un familiar dependiente sienten soledad.
Pero sucede que, en la mayoría de los casos, realmente están solas. De hecho,
el 60% de las personas cuidadoras no tiene ayuda de otras personas en el
desempeño de su exigente labor, levantando cuerpos casi inmóviles, pendientes
de la hora de la medicina, limpiando inmundicias, asiendo manos inertes.
Además, en un 17% de los casos, la persona cuidadora comparte la atención
al dependiente con otras tareas como cuidar de los hijos lo que provoca un
mayor estrés. Y el alto nivel de tensión por estar 24 horas
pendiente de una persona puede provocar ansiedad.
Es asimismo habitual que la persona cuidadora pueda
sentir rabia. Es la consecuencia lógica del agotamiento físico y
mental, de la acumulación de noches de mal dormir a causa del constante estado
de alerta para atender a la persona dependiente. También la culpa puede
aparecer cuando el cuidador se enfada, llora y experimenta el deseo humano y
natural de que ese suplicio acabe. Igualmente, el miedo surge
en el día a día de la persona cuidadora: miedo a no llegar a todo, miedo a
fallar, miedo a que el dependiente empeore, miedo a lo inevitable…
Es en estas circunstancias cuando es muy importante
que la persona cuidadora pueda canalizar esos sentimientos de forma adecuada y
el que pueda ser escuchada por una persona de confianza tiene efectos
terapéuticos muy notables.
Las personas cuidadoras son la cara oculta de la
dependencia. Porque, ¿quién ayuda a esos héroes anónimos de puertas adentro que
gastan sus vidas al pie de la cama, de la silla de ruedas, de la soledad y el
dolor de las personas impedidas?
Desde el Teléfono de la Esperanza queremos ser parte
de la respuesta a esta pregunta y hemos puesto en marcha el taller ‘Cuidando al
cuidador’ que se ha llevado a cabo en Málaga, Navarra, Sevilla, Murcia, León y
Las Palmas con la participación de 113 cuidadores, y también hemos realizado
una serie conferencias formativas a las que han asistido 743 cuidadores para mejorar
su salud emocional porque entendemos que, para atender adecuadamente a alguien,
la persona cuidadora debe estar previamente bien. Iniciativas como estas son
muy necesarias porque hemos constatado que entre el 60 y el 70% de las personas
que cuidan a un ser querido dependiente experimentan altos niveles de estrés o
de ansiedad. Igualmente es fundamental que el entorno familiar apoye al
cuidador principal para que tenga momentos de descanso y que pueda desconectar
del problema. La carga repartida pesa menos.
No se trata solo de una necesidad de recursos
económicos por parte de las Administraciones (que también), sino de
reconocimiento por parte de la sociedad, de colaboración de otros miembros de
la familia y de apoyo psicológico y terapias para proteger al cuidador.
Por todas estas razones y con motivo del Día de la
Escucha, que se celebra el 15 de noviembre, el Teléfono de la Esperanza ha
elegido este año el lema “Cuidemos al cuidador” para que
seamos conscientes de que muchas personas que se dedican al cuidado de alguien
dependiente se sienten muy solas y tienen una gran necesidad de ser escuchadas.
En Málaga,
donde fueron 15 los cuidadores que hicieron el taller el pasado mes de febrero,
el Teléfono de la Esperanza organiza la Semana
de la Escucha con los siguientes actos:
Miércoles 14: Conferencia de la psicóloga Ana Manrique ‘La culpabilidad’. 20h. Teléfono de la Esperanza. C/Hurtado de
Mendoza, 3
Jueves 15: Mesa redonda coordinada por el periodista Luis Santiago. ¿Quién cuida a
los cuidadores?. 19h. Salón de actos de la antigua Diputación. Plaza de la
Marina, 4
Participantes:
Mabel Lorenci, orientadora en el
Teléfono de la Esperanza y coordinadora del taller ‘Cuidando al cuidador’
Juan Antonio Astorga, presidente del Colegio de Enfermería de Málaga
Ruth Sarabia, directora general de Derechos Sociales y Participación
Ciudadana del
Ayuntamiento de Málaga
Antonio Ruiz García, cuidador de
una persona con Alzheimer
Sábado 17: Migas Solidarias. 14h. Residencia de ancianos Colichet (Churriana)
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