La psicóloga Gracia Sánchez Ruiz trabaja en la Asociación para el Apoyo del Menor, la Familia y otros Colectivos Especiales (AMEFAES). Ésta asociación mantiene una convenio con la Junta de Castilla-La Mancha por el cual se encarga del dispositivo itinerante DIAM y el SIME. Mediante el primero de ellos, dos profesionales acuden a los domicilios dónde hay sospechas o denuncias por desprotección de menores, evalúan la situación familiar y luego plantean propuestas de desamparo o intervención con los menores a la administración, medidas que se suelen ejecutar. En el segundo programa, los profesionales de AMEFAES hacen intervención terapeútica con menores tutelados por la Junta que han sido testigos o víctimas de la violencia en sus familias. El trabajo consiste en modificar sus conductas y enseñarles a expresarse emocionalmente.
Gracia Sánchez estuvo en Málaga el pasado fin de semana e impartió el tema Violencia Familiar dentro del Curso Superior de Intervención en Crisis que el Teléfono de la Esperanza imparte con la colaboración de la Universidad Pontificia de Comillas. Antes de iniciar la sesión, respondió a las preguntas de El tiempo de la esperanza.
¿Qué pautas se les puede dar a los orientadores del teléfono que atienden llamadas relacionadas con la violencia familiar?
Normalmente el que llama es víctima directa de la violencia o un testigo que sospecha que esta se produce. Cuando la víctima llama ha pasado el schock y necesita que la escuchen. Hay que escucharla sin hacer ningún juicio de valor. Necesita que se le expongan los recursos a su alcance y que decida cual de ellos utilizar.
¿Por qué hay menores violentos con sus familiares si ya no hay modelos educativos autoritarios?
Nosotros hemos hecho un estudio y decimos que pronto habrá violencia intergeneracional. Ha habido un cambio de modelo familiar porque hay varias generaciones de menores a los que no se ha enseñado a frustrarse, no se les dice que no; se da importancia a los contenidos curriculares, a las competencias y se deja de lado dar sentido a lo emocional. El resultado es que llegan a la adolescencia y piden cosas a los padres a las que los padres tienen que decir que no. Ellos no lo aceptan y reaccionan con violencia hacia los padres o sus iguales. Hay muchísimos casos de violencia intergeneracional. Incluso sucede que la voz de alarma por un caso de violencia se da con un menor como víctima de maltrato y luego ves que él también maltrata. Hay intercambio de roles. La víctima no suele ser siempre víctima y el maltratador siempre maltratador.
Y también estamos viendo a chicos de 20 años que le pegan a sus novias...
Es que se trata del mismo perfil. Se hacen parejas muy temprano, no tienen herramientas para solucionar los conflictos y los solucionan de la forma más eficaz, con la violencia, que es el ejercicio del poder por el más fuerte físicamente.
¿Hay chicas que maltratan?
Hay chicas y mamás....es que es todo muy difícil. Todos somos agresivos pero otra cosa es la violencia que es más gratuita y más selectiva.
¿Se podrían hacer campañas para luchar contra la violencia hacia los menores y los abuelos?
Yo echo en falta esas campañas porque son sujetos muy vulnerables que no pueden ir a pedir ayuda con lo cual dependen de que un adulto de su alrededor detecte que está sufriendo o alguien se de cuenta de que el abuelo sufre. Es decir, se hacen muchas campañas por la violencia contra la mujer, pero a los niños y los abuelos también habría que enseñarles a pedir ayuda.
¿Dar tanta información sobre la violencia doméstica es positivo o negativo?
Yo creo que siempre es positivo. Lo único que veo mal son las campañas que se hacian antes con mensajes como 'a la primera bofetada denuncia'. Hemos detectado que hay mujeres que no denunciaron a la primera, aguantan cinco años y sienten verguenza de que les vayan a preguntar por que aguantaron cinco años. Así es muy difícil pedir ayuda. Tampoco se tuvo en cuenta a las mujeres que viven en núcleos rurales donde es muy difícil para ellas denunciar. Me gustan más las campañas de ahora basadas en la igualdad. Las primeras crearon culpa y verguenza por no denunciar antes los malos tratos.
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