lunes, 18 de febrero de 2019

"Sentirse solo, hoy como ayer, es no poder hablar de tú a tú a un alma cercana. Usar muchos canales de comunicación propicia la soledad"




Antonio Morillas es voluntario del Teléfono de la Esperanza y doctor en Ciencias Económicas. Su actividad profesional actual está ligada a la docencia e investigación, como Catedrático de Universidad, en el Departamento de Estadística y Econometría de la UMA.

¿Cuándo llegaste por primera vez al Teléfono de la Esperanza?
No recuerdo la fecha exacta, pero creo que hace unos 12 años, aproximadamente.

¿En qué departamento empezaste a colaborar y como fue la formación inicial?
Desde el principio mi intención fue colaborar como voluntario. Traía un bagaje de formación y trabajo personal que pensaba sería suficiente. Me equivoqué. No basta con el conocimiento teórico, la erudición, la lectura. Tampoco con la práctica de la meditación. Fueron los cursos de formación de Agentes de Ayuda (Conocimiento de sí mismo y Crecimiento personal) los que, sin duda, dieron paso a otra forma de verme a mí mismo y, por lo tanto, a los demás. Después, hice el curso de Relación de Ayuda, el de Orientación, el de Coordinadores y el curso de Comunicación Interpersonal. También, un máster sobre Intervención en Crisis, impartido por la Universidad de Comillas.
Desde el comienzo, simultaneé labores de orientación (escucha telefónica) con las de coordinador de grupos de ayuda en los cursos, antes mencionados, de formación de voluntarios. Supongo que, por mi profesión, habituado a la docencia, Juan Sánchez, nuestro presidente, al que tan agradecido estoy por su labor, su ayuda y la confianza que desde el principio depositó en mí, me propuso dar algunas charlas en esos cursos. Y a eso me dediqué.
Dejé orientación hace un par de años. Sentí que no lo estaba haciendo con la presencia y el sentimiento con los que comencé y decidí que era el momento de dejarlo, al menos provisionalmente.

¿Qué recuerdos tienes de las primeras llamadas que atendiste? ¿Algún caso en especial?
Pues, sensacionales. Siempre fui partidario de escuchar más que hablar o aconsejar. A veces, sabía que se alargaba demasiado la llamada, pero si sentía que la persona necesitaba hablar no me importaba continuar con la escucha. Esa presencia de los primeros tiempos generaba una empatía muy especial con el llamante. Me sirvió para aprender mucho y comprender aún más la naturaleza del ser humano. Su singularidad y diversidad, dentro de la enorme similitud que hay en todos nosotros.
Hubo varios casos “especiales”, pero siempre recordaré un intento de suicidio de una persona joven, varón, que llamaba desde una ciudad de la provincia de Málaga.

Han pasado muchos años. En un post anterior de este blog hablamos sobre el enriquecimiento personal que ganan los voluntarios del Teléfono de la Esperanza. Explicaste que "hasta que la fuente no se llena, no puede rebosar. Hasta que el amor no te llena a ti, no puedes darlo a todos". ¿Has recibido mucho amor gracias a tu voluntariado en nuestra asociación?
Mucho, no. Muchísimo. Cada grupo que pasa por allí, por los cursos, deja su impronta. Me enseña cada vez cosas nuevas. Diferentes. Aprendo escuchando y, también, equivocándome, a veces. He hecho una buena amistad con muchas personas. Sé que me quieren y yo las quiero. Me siento afortunado.

Sufrir por estar solos o por sentirse solos estando en compañía ha sido y es una constante entre las personas que piden ayuda al Teléfono de la Esperanza. Nunca ha habido tantos canales de comunicación como hoy, pero las personas se siguen sintiendo solas. ¿Qué percibes en los solitarios de hoy? 
El ser humano es un ser en relación. No se entiende de otra manera. Pero no basta con una relación superflua. No basta con la posibilidad de contactar con otro. Ni siquiera el hecho de que se lleve a cabo ese contacto. Lo realmente importante es desde donde se establece la relación entre dos personas.
La soledad de hoy, como bien dices, no proviene de la escasez de canales de comunicación. Es más, podría decirse que incluso la forma de comunicarse mayoritariamente por tan diversos canales, la propicia. El sentirse solo hoy, como ayer, es no poder contactar de corazón a corazón; hablar de tú a tú a un alma cercana. Contarse mutuamente el sentir, con la seguridad de que el otro ni juzga ni cuestiona lo que dices. En eso, la labor de un orientador, abrigada en el anonimato, es crucial.

¿Hay personas que transmiten insatisfacción por buscar y no encontrar relaciones cálidas en las redes sociales?
Por supuesto. Las redes adolecen de esa falta de profundidad y privacidad. Incluso si los contactos se establecen persona a persona, la comunicación es tremendamente deficitaria. Todos sabemos de la importancia del lenguaje no oral en una buena comunicación. En estos casos, además, ni la voz suele utilizarse. Solo la escritura y los emoti, que pretenden decir algo sobre el estado de ánimo de los interlocutores.

Tienes experiencia en la atención en el turno de noches. ¿Qué transmiten las personas solitarias de madrugada? 
No. Ninguna. Admiro a los compañeros que hacen turno de noche. En este sentido, nuestra compañera Carmen Orellana es, para mí, un ejemplo único de dedicación y compromiso con la escucha. Pero en mi caso, ni de estudiante pude utilizar la noche para trabajar cuando era necesario. Prefería siempre levantarme muy temprano. Por eso nunca se me ha pasado por la imaginación hacer turno de noche. Sé lo que puedo y lo que no puedo hacer.

¿Siempre descubres algo positivo en las personas que llaman?
¡Como no! Por supuesto. En primer lugar, porque cuando escucho me veo reflejado en algo de lo que dice. Y eso ayuda a tomarse uno mismo el pulso en esa cuestión. Además, intento comprender a quién llama, porque no somos tan distintos. A eso ayuda el que yo me comprenda cada vez mejor a mí mismo. Allá, a lo lejos. En lo más profundo.  Detrás del personaje que le ha tocado representar en la comedia de la vida, hay un alma exactamente igual que la mía. ¿Acaso, no es eso definitivo para valorar a esa persona como me valoro a mí mismo? No hablo de valoración personal, ni social. Hablo de un ser único, como yo; hoja caduca, compañera de temporada en el mimo árbol de la Vida.

¿Con el paso del tiempo detectas que aumenta el número de hombres que llaman? ¿Y de jóvenes?
Como dije anteriormente, hace un par de años que no cojo el teléfono. Lamento no poder responder a esta pregunta personalmente. Sí puedo decirte que me gustaría enormemente que la presencia de los jóvenes en los cursos y talleres fuese cada vez a más. Cuando ellos están presentes, los cursos son algo diferente. Lo deseo tanto por el bien que pueda reportarles en sus propias vidas, como por la posibilidad de que algunos de ellos eligiesen realizar su tarea solidaria (muchos de ellos lo son) dentro de nuestra ONG. Además, considero imprescindible la renovación continua del voluntariado existente, así como la propia imagen de nuestra asociación.

¿Qué intentas transmitir a la persona que te habla de suicidarse?
Comprensión, compasión y calma. Escucha y acogida. Mucho respeto. Si da pie, una liana a la que pueda aferrarse casi sin darse cuenta.

Gran parte de los problemas emocionales de las personas surgen de que no conocen sus emociones y sentimientos o no saben expresarlos. ¿Crees que sería buena la enseñanza en la educación emocional en los colegios?
¡Sin duda! Sé que en algunos centros educativos ya se está haciendo. Pero no es suficiente. Carece de sentido formar a personas en materias teóricas, a veces muy sofisticadas, y no enseñarles nada para caminar por la vida cada día. La persona, en sí misma, debiera ser el centro de toda formación. No es posible hablar de persona sin considerar los sentimientos. Es lo que nos distingue esencialmente de otros seres vivos. Lo que nos hace tan especiales, sin duda.

Da razones a las personas que nos leen para hacer cursos y talleres en el Teléfono de la Esperanza y para unirse al voluntariado 
Hacer los cursos y ser voluntarios son dos cosas compatibles, pero no necesariamente relacionadas. Yo diría que, sin duda, la primera condición es que se perciba el sentimiento de cambio. Ese momento en el que uno se pregunta por su vida, por sus conductas. El deseo de auto gestionarse mejor las emociones, las relaciones personales y familiares, incluso de buscarle un sentido a la propia vida. Si esa llama se enciende, puedo asegurar, por experiencia propia y por lo que sé de las personas que han pasado por esos cursos, que no encontrarán nada mejor. Aunque, evidentemente, hay formaciones muy interesantes desde otras perspectivas, puede decirse que siempre hay un antes y un después de nuestros cursos.
Por otro lado, unirse al voluntariado es una opción, claro. El Teléfono de la Esperanza necesita voluntarios y colaboradores, por supuesto. Se les recibe con los brazos abiertos. Sin embargo, a menudo se olvida la inmensa labor que hacemos, simplemente, no solo formando para nuestra ONG, sino, también, sembrando semillas de consciencia (que se agranda después de estos cursos) en las familias, en las empresas, en otras ONGs y en la sociedad, en general.

¿Qué ha aportado el Teléfono de la Esperanza a tu vida?
Te voy a responder con algo que acabo de decir: un antes y un después. Mi vida ha sido preciosa antes, desde mis posibilidades, y lo está siendo después, desde otro punto. Siempre agradecido. Ahora, conscientemente feliz por poder vivir este misterio.

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