Antonio Morillas es voluntario del Teléfono de la Esperanza y doctor
en Ciencias Económicas. Su actividad profesional actual está ligada a la
docencia e investigación, como Catedrático de Universidad, en el Departamento
de Estadística y Econometría de la UMA.
¿Cuándo llegaste por primera vez al
Teléfono de la Esperanza?
No recuerdo la fecha exacta, pero creo que hace unos 12 años,
aproximadamente.
¿En qué departamento empezaste a
colaborar y como fue la formación inicial?
Desde el principio mi intención fue colaborar como voluntario. Traía
un bagaje de formación y trabajo personal que pensaba sería suficiente. Me
equivoqué. No basta con el conocimiento teórico, la erudición, la lectura.
Tampoco con la práctica de la meditación. Fueron los cursos de formación de
Agentes de Ayuda (Conocimiento de sí mismo y Crecimiento personal) los que, sin
duda, dieron paso a otra forma de verme a mí mismo y, por lo tanto, a los
demás. Después, hice el curso de Relación de Ayuda, el de Orientación, el de Coordinadores
y el curso de Comunicación Interpersonal. También, un máster sobre Intervención
en Crisis, impartido por la Universidad de Comillas.
Desde el comienzo, simultaneé labores de orientación (escucha
telefónica) con las de coordinador de grupos de ayuda en los cursos, antes
mencionados, de formación de voluntarios. Supongo que, por mi profesión,
habituado a la docencia, Juan Sánchez, nuestro presidente, al que tan
agradecido estoy por su labor, su ayuda y la confianza que desde el principio
depositó en mí, me propuso dar algunas charlas en esos cursos. Y a eso me
dediqué.
Dejé orientación hace un par de años. Sentí que no lo estaba haciendo
con la presencia y el sentimiento con los que comencé y decidí que era el
momento de dejarlo, al menos provisionalmente.
¿Qué recuerdos tienes de las primeras
llamadas que atendiste? ¿Algún caso en especial?
Pues, sensacionales. Siempre fui partidario de escuchar más que hablar
o aconsejar. A veces, sabía que se alargaba demasiado la llamada, pero si
sentía que la persona necesitaba hablar no me importaba continuar con la
escucha. Esa presencia de los primeros tiempos generaba una empatía muy
especial con el llamante. Me sirvió para aprender mucho y comprender aún más la
naturaleza del ser humano. Su singularidad y diversidad, dentro de la enorme
similitud que hay en todos nosotros.
Hubo varios casos “especiales”, pero siempre recordaré un intento de
suicidio de una persona joven, varón, que llamaba desde una ciudad de la
provincia de Málaga.
Han pasado muchos años. En un post
anterior de este blog hablamos sobre el enriquecimiento personal que ganan los
voluntarios del Teléfono de la Esperanza. Explicaste que "hasta que la
fuente no se llena, no puede rebosar. Hasta que el amor no te llena a ti, no
puedes darlo a todos". ¿Has recibido mucho amor gracias a tu voluntariado
en nuestra asociación?
Mucho, no. Muchísimo. Cada grupo que pasa por allí, por los cursos,
deja su impronta. Me enseña cada vez cosas nuevas. Diferentes. Aprendo
escuchando y, también, equivocándome, a veces. He hecho una buena amistad con
muchas personas. Sé que me quieren y yo las quiero. Me siento afortunado.
Sufrir por estar solos o por sentirse
solos estando en compañía ha sido y es una constante entre las personas que piden ayuda
al Teléfono de la Esperanza. Nunca ha habido tantos canales de comunicación
como hoy, pero las personas se siguen sintiendo solas. ¿Qué percibes en los
solitarios de hoy?
El ser humano es un ser en relación. No se entiende de otra manera.
Pero no basta con una relación superflua. No basta con la posibilidad de
contactar con otro. Ni siquiera el hecho de que se lleve a cabo ese contacto.
Lo realmente importante es desde donde se establece la relación entre dos
personas.
La soledad de hoy, como bien dices, no proviene de la escasez de
canales de comunicación. Es más, podría decirse que incluso la forma de
comunicarse mayoritariamente por tan diversos canales, la propicia. El sentirse
solo hoy, como ayer, es no poder contactar de corazón a corazón; hablar de tú a
tú a un alma cercana. Contarse mutuamente el sentir, con la seguridad de que el
otro ni juzga ni cuestiona lo que dices. En eso, la labor de un orientador,
abrigada en el anonimato, es crucial.
¿Hay personas que transmiten
insatisfacción por buscar y no encontrar relaciones cálidas en las redes
sociales?
Por supuesto. Las redes adolecen de esa falta de profundidad y
privacidad. Incluso si los contactos se establecen persona a persona, la
comunicación es tremendamente deficitaria. Todos sabemos de la importancia del
lenguaje no oral en una buena comunicación. En estos casos, además, ni la voz
suele utilizarse. Solo la escritura y los emoti,
que pretenden decir algo sobre el estado de ánimo de los interlocutores.
Tienes experiencia en la atención en
el turno de noches. ¿Qué transmiten las personas solitarias de madrugada?
No. Ninguna. Admiro a los compañeros que hacen turno de noche. En este
sentido, nuestra compañera Carmen Orellana es, para mí, un ejemplo único de
dedicación y compromiso con la escucha. Pero en mi caso, ni de estudiante pude
utilizar la noche para trabajar cuando era necesario. Prefería siempre
levantarme muy temprano. Por eso nunca se me ha pasado por la imaginación hacer
turno de noche. Sé lo que puedo y lo que no puedo hacer.
¿Siempre descubres algo positivo en
las personas que llaman?
¡Como no! Por supuesto. En primer lugar, porque cuando escucho me veo
reflejado en algo de lo que dice. Y eso ayuda a tomarse uno mismo el pulso en
esa cuestión. Además, intento comprender a quién llama, porque no somos tan
distintos. A eso ayuda el que yo me comprenda cada vez mejor a mí mismo. Allá, a
lo lejos. En lo más profundo. Detrás del
personaje que le ha tocado representar en la comedia de la vida, hay un alma exactamente
igual que la mía. ¿Acaso, no es eso definitivo para valorar a esa persona como
me valoro a mí mismo? No hablo de valoración personal, ni social. Hablo de un
ser único, como yo; hoja caduca, compañera de temporada en el mimo árbol de la
Vida.
¿Con el paso del tiempo detectas que
aumenta el número de hombres que llaman? ¿Y de jóvenes?
Como dije anteriormente, hace un par de años que no cojo el teléfono.
Lamento no poder responder a esta pregunta personalmente. Sí puedo decirte que
me gustaría enormemente que la presencia de los jóvenes en los cursos y
talleres fuese cada vez a más. Cuando ellos están presentes, los cursos son
algo diferente. Lo deseo tanto por el bien que pueda reportarles en sus propias
vidas, como por la posibilidad de que algunos de ellos eligiesen realizar su
tarea solidaria (muchos de ellos lo son) dentro de nuestra ONG. Además,
considero imprescindible la renovación continua del voluntariado existente, así
como la propia imagen de nuestra asociación.
¿Qué intentas transmitir a la persona
que te habla de suicidarse?
Comprensión, compasión y calma. Escucha y acogida. Mucho respeto. Si
da pie, una liana a la que pueda aferrarse casi sin darse cuenta.
Gran parte de los problemas
emocionales de las personas surgen de que no conocen sus emociones y
sentimientos o no saben expresarlos. ¿Crees que sería buena la enseñanza en la
educación emocional en los colegios?
¡Sin duda! Sé que en algunos centros educativos ya se está haciendo.
Pero no es suficiente. Carece de sentido formar a personas en materias
teóricas, a veces muy sofisticadas, y no enseñarles nada para caminar por la
vida cada día. La persona, en sí misma, debiera ser el centro de toda
formación. No es posible hablar de persona sin considerar los sentimientos. Es lo
que nos distingue esencialmente de otros seres vivos. Lo que nos hace tan
especiales, sin duda.
Da razones a las personas que nos
leen para hacer cursos y talleres en el Teléfono de la Esperanza y para
unirse al voluntariado
Hacer los cursos y ser voluntarios son dos cosas compatibles, pero no
necesariamente relacionadas. Yo diría que, sin duda, la primera condición es
que se perciba el sentimiento de cambio. Ese momento en el que uno se pregunta
por su vida, por sus conductas. El deseo de auto gestionarse mejor las
emociones, las relaciones personales y familiares, incluso de buscarle un
sentido a la propia vida. Si esa llama se enciende, puedo asegurar, por
experiencia propia y por lo que sé de las personas que han pasado por esos
cursos, que no encontrarán nada mejor. Aunque, evidentemente, hay formaciones
muy interesantes desde otras perspectivas, puede decirse que siempre hay un
antes y un después de nuestros cursos.
Por otro lado, unirse al voluntariado es una opción, claro. El
Teléfono de la Esperanza necesita voluntarios y colaboradores, por supuesto. Se
les recibe con los brazos abiertos. Sin embargo, a menudo se olvida la inmensa
labor que hacemos, simplemente, no solo formando para nuestra ONG, sino,
también, sembrando semillas de consciencia (que se agranda después de estos
cursos) en las familias, en las empresas, en otras ONGs y en la sociedad, en
general.
¿Qué ha aportado el Teléfono de la
Esperanza a tu vida?
Te voy a responder con algo que acabo de decir: un antes y un después.
Mi vida ha sido preciosa antes, desde mis posibilidades, y lo está siendo
después, desde otro punto. Siempre agradecido. Ahora, conscientemente feliz por
poder vivir este misterio.
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