sábado, 5 de septiembre de 2015

CON OTRAS GAFAS / Simplemente parad la guerra



La foto de Aylan, el pequeño sirio muerto sobre la arena de una playa turca, ha recorrido las redes sociales, se ha asentado en las portadas de decenas de periódicos y ha conmovido a la gente de bien en todo el mundo. Una imagen vale más que mil palabras, aunque estas sean de auxilio y desesperación. La muerte de Aylan, desgraciadamente, no es la primera de un niño que huye de la guerra o la miseria. Llevamos años viendo con impotencia ese éxodo lento, constante de los pobres y perseguidos del mundo buscando lo más sencillo; una vida estable en un entorno seguro. Hace unos cinco años,  cuando los inmigrantes aún utilizaban la ruta del Estrecho de Gibraltar como acceso masivo, me golpeó la noticia del hundimiento de una patera con tres bebés a bordo. Me resultó sencillamente insoportable. "Eso es bueno. No hay que conformarse". A mi lado, la voz de una misionera veterana, curtida en el trabajo con las niñas prostituidas y los niños de la calle congoleños, refozaba mi rebeldía ante algo que no admite rutinas, paños calientes, ni cicaterias.
En 2013, el mar se "tragó" a 359 personas en Lampedusa y en lo que va de 2015, con las rutas de Libia y Grecia a pleno rendimiento de las mafias del tráfico de personas, son ya más de 2.000 los muertos. Suma y sigue. Llega la crisis actual de los refugiados y, en contraste con aquellos cuerpos anónimos flotando en el mar, la entrada masiva en la Unión Europea ha puesto nombre y cara a muchos de ellos. Un solo niño muerto convertido en símbolo ha espoleado a las sociedades occidentales. Ha estallado una generosa campaña de emergencia en la que se captan donativos, se ofrece acogida en casas particulares y se crean redes de ciudades-refugio. Que la solidaridad no sea flor de un día y nos olvidemos pronto de ellos. La fuerza del símbolo tiene que servir para presionar a los dirigentes de la Unión Europea que tienen que dar un giro en las políticas de asilo y acogida de inmigrantes en general. Eso, o iniciar acciones políticas, económicas y sociales comprometidas y duraderas en el tiempo para atajar el problema en origen, en los países de salida. En los casos en los que hay guerras -como Siria- parando esa horrible carnicería que se prolonga ya cuatro años. Sin guerra, no habría huidas. Antes de que Europa recibiera el éxodo, Jordania y el Líbano recibieron a un millón de personas. Nadie lo puede explicar mejor que este otro niño, el del video. Se llama Kinan Masalehemi, tiene 13 años y su voz incontestable se ha alzado sobre las alambradas, las cuotas de reparto y los miserables cálculos políticos: "No queremos ir a Europa, simplemente parad la guerra". Hay amargura, pero también esperanza en el mensaje de ese chiquillo. 


Lee más:

Millones de sirios necesitan un refugio (donaciones a ACNUR)

Web de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado

Es necesario un cambio en la política migratoria: el control y el miedo no son aceptables (Cáritas, CONFER y Justicia y Paz)




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