Manolo Montes
Voluntario del Teléfono de la Esperanza
A lo largo de nuestra vida nos vamos encontrando con personas que se
encuentran fuera de los circuitos en los que nos movemos aquellos que nos
autodefinimos como “normales”. Muchos años viviendo entre el mundo de la
soledad y la marginación, me hacen “buscar las vueltas” de aquellas personas
que me chocan por su actitud huidiza y de un enfrentamiento permanente con el
mundo.
Hace tiempo que vengo observando a un hombre con estas características,
con el que me encuentro en uno de mis lugares de ocio veraniegos. Mal encarado
y mal vestido; con falta de muchas piezas dentales y un buen afeitado; con un
lenguaje inadecuado y faltón. A su alrededor, hay muchos familiares que lo
tratan con distanciamiento, mientras él, presume de su soledad e inadaptación a
la vida familiar. Ha dilapidado su parte de la herencia y vive del trabajo que
realiza cuando le apetece (es un buen profesional de lo suyo), comiendo y
viviendo de cualquier manera y en cualquier sitio. Me parece adivinar que una
parálisis infantil que ha marcado su vida (y hasta su nombre; le llaman por un
apodo, cruel como todos, que define su dolencia) le ha dejado unas ostensibles
secuelas, que, posiblemente, sean el detonante de gran parte de sus actitudes.
He aceptado el reto de acercarme a ese hombre. Me recibe con respeto y
cierto distanciamiento. Pero no me rechaza ni me habla a voces como a casi todo
el mundo. Hace unos días al ver la belleza de las flores del jardín del lugar
donde nos encontramos, indagué y descubrí que era él quien las cuidaba. Me
dirigí rápidamente hacia él y le felicité de corazón. Una sonrisilla cómplice
se abrió en su desdentada boca y me comentó que esta era su gran aportación a
un mundo con el que no se llevaba bien.
Volví a recordar la historia de “Los blancos dientes del perro” (una
obra de teatro del escritor catalán Eduardo
Criado que les recomiendo). Efectivamente, si nos preocupamos, conseguimos
encontrar la parte buena de todos. Que la tienen. Lo importante es ver el
interior. Quizás necesitan que les demos la oportunidad de demostrarla. Les
acompaño la foto de una rosa que ha criado mi buen amigo. La he hecho hoy
mismo. La recojo en su honor.
Este artículo forma parte de la sección 'El segmento de plata' del blog Periodista a los sesenta
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