Alejandro Rocamora es psiquiatra y fue uno de los fundadores del Teléfono de la Esperanza. Es autor de libros como «El hombre contra sí mismo», un estudio sobre la conducta suicida y «Crecer en la crisis. Cómo recuperar el equilibrio emocional», estudios en los que analiza el sufrimiento y cómo afrontarlo. Nos habla del Curso Superior de Intervención en Crisis que se va a impartir en Málaga y Badajoz, de crisis y conflictos.
¿Qué es la intervención en crisis?
El ser humano está en continuo cambio y por lo tanto en continua crisis, que puede producir angustia y que puede llevar consigo el desequilibrio entre un “antes” y un “después”.La intervención en crisis intenta restablecer ese equilibrio perdido, o al menos, situar a la persona en la rampa de despegue para crecer psicológicamente.
¿A quién va destinado el curso superior que se va a impartir en Badajoz y Málaga?
A profesionales y estudiantes de últimos cursos de los ámbitos social, sanitario y de servicios a la comunidad: psicólogos, sociólogos, trabajadores sociales, educadores sociales, sacerdotes, personal sanitario, personal de servicios de emergencia, etc. A responsables de formación y voluntarios de ONG interesados en la intervención en situaciones de crisis.
¿Qué tipo de crisis personales, familiares y colectivas se abordarán en el curso?
El curso comienza con un tema sobre la Teoría General de la Crisis y desarrolla las principales crisis por las que puede pasar el ser humano: crisis de suicidio, situaciones de duelo, crisis familiares, violencia doméstica, entre otras. También el curso hace hincapié en las estrategias terapéuticas más adecuadas para superar las diferentes crisis. Tiene un carácter práctico; combina sesiones presenciales, con sesiones a distancia, prácticas en contexto real de intervención en crisis y una memoria final del alumno.
¿Qué situaciones de conflicto y crisis planteaban las personas que llamaban al Teléfono de la Esperanza en los años 70? ¿Y en esta primera década del siglo XXI?
En las estadísticas de las llamadas recibidas en los años 70 destacaban las “crisis de pareja” y las “crisis familiar”, sin embargo, en este inicio del siglo XXI destacan las llamadas con contenidos depresivos y la soledad e incomunicación. Una explicación al respecto puede ser que en los años 70 estaba gestándose el cambio en la familia y en la pareja con todo lo que ello sugiere y provoca y que ahora lo que más nos preocupa es la dificultad de la intercomunicación con el otro. Hemos avanzado en la tecnología de la comunicación (móviles, Internet, etc.) pero hemos descuidado la comunicación vis a vis y en profundidad.
¿Por qué han aumentado los casos de violencia familiar como agresiones físicas o psicológicas a menores, padres y ancianos?
Es una realidad poliédrica, con diferentes causas, entre las que podemos señalar las siguientes: culturales, educacionales, psicológicas y psicopatológicas. Así, pues, en el trasfondo de la violencia doméstica podemos encontrar lo siguiente: el agresor piensa que alguien lo amará más si es bastante poderoso y el agredido piensa que será más amado si es un ser impotente e incluso maltratado. Es el vínculo sado-masoquista lo que fortaleza la unión. La agresividad se convierte así en el único vehículo de comunicación.
Es una forma patológica de buscar la felicidad. La cruda realidad de una pareja violenta es que sus miembros no están unidos, ni vinculados sino pegados, como las mariposas alrededor de una bombilla. Lo que les hace estar ahí es la luz, en nuestro caso la violencia; su miedo es que si se apaga la luz, o desaparece la violencia, se producirá el caos, la destrucción del propio vínculo.
El gran error de la mariposa, y de las parejas violentas, es pensar que la felicidad depende exclusivamente de esa unión, sin darse cuenta que pueden existir “otras bombillas”, otras relaciones donde sienta calor ( amor) sin quemarse y sin miedo a que desaparezca. Hay pues que apagar una bombilla, para encender otra. Los miembros de las parejas violentas deberán comprender que el poder no proviene de la fuerza, sino de la bondad, solidaridad y comprensión.
¿Hoy en día afrontamos mejor los duelos familiares que cuando la sociedad era mayoritariamente rural?
Considero que no. En la cultura rural predominaba el vínculo afectivo y se compartía mejor la pena y aflicción por la muerte de un ser querido. Incluso existían conductas (el luto, las misas, etc.), que hoy nos pueden parecer exageradas pero que permitían al familiar exteriorizar su pena. Y esto es así, pues está comprobado que cualquier situación de crisis en que nos sintamos arropados por el grupo es mucho más llevadera y además nos facilita el poder salir antes de conflicto. En la gran urbe los vínculos afectivos son menos consistentes y la distancia geográfica de los familiares favorece que el duelo se convierta en una vivencia individual y no grupal.
La incertidumbre sobre la salida de la crisis económica y el bombardeo de noticias negativas, ¿pueden provocar miedo y crisis personales?
Es evidente. Incluso en la clínica psiquiátrica diaria hemos comprobado un incremento de los cuadros ansiosos y depresivos que está relacionados de forma directa o indirecta con la crisis económica.
¿Qué enseñanzas puede sacar la sociedad después de esta primera gran crisis del siglo XXI?
Desde el punto de vista económico es evidente que se tienen que tomar medidas de control y estructurales por parte de los gobiernos nacionales para evitar una repetición de la crisis; desde el punto de vista psicológico, el ser humano debería aprender, en terminología de Fromm, a promover una “cultura del ser”, no “una cultura del tener”. Es decir, mientras la felicidad se construya en tener posesiones, e incluso cultura, y se deje en un segunda línea todo lo referido a los valores (solidaridad, compartir, etc.), antes o después la humanidad caminará hacia su propia destrucción.
Hoy en día en las crisis de emergencias, como las del 11-M y el accidente de Spanair, vemos equipos de psicólogos. ¿Qué aportan a las víctimas y familiares?
De mi propia experiencia como voluntario en la atención a los familiares del 11-M puedo señalar algunas características de la escucha en situaciones límites: la primacía del contacto físico sobre la palabra, la primacía del “aquí y ahora”, el huir de los estereotipos ( ·”esto pasará pronto”, “al parecer no sufrió”, etc.) y sobre todo la importancia del “nosotros”. En esas situaciones una cosa es evidente. Las razones sirven poco, lo que ayuda es la proximidad, la solidaridad, la transferencia positiva. Por esto, es necesario crear un clima de comprensión, no de razones, para abortar la angustia. Debemos pasar de un tú, y un yo, a un nosotros, que potencie un clima de confianza y seguridad.
¿Qué papel juega la religiosidad de las personas y el consuelo espiritual en las situaciones de crisis?
Fe y psicología están en planos distintos en la personalidad del sujeto, pero cuando la fe se concretiza en un individuo y se internaliza, la vivencia como tal es plenamente psicológica, pues condiciona el comportamiento personal. Por ejemplo, si el paciente vive una concepción de un Dios exigente hasta el límite y castigador de las pequeñas faltas y favorecedor del sufrimiento, o bien, un Dios excesivamente protector y solucionador mágico de los problemas, esto condicionará su comportamiento con la enfermedad.
El terapeuta deberá valorar si la experiencia religiosa de su paciente entorpece la correcta evolución psicológica. Esto ocurre cuando las creencias se apoyan en prácticas de supersticiones o esperan remedios mágicos para conseguir la curación. Así un paciente me dijo una vez: “Doctor, he dejado la medicación pues quiero hacer un viaje a Lourdes para que la Virgen me cure”. El terapeuta no debería entrar en justificar o no las creencias que subyacen en esa decisión, pero si reflexionar sobre las posibles consecuencias del abandono del tratamiento.
Lo definitivo, pues, no es ser ateo o creyente, para superar el conflicto psíquico, sino cómo se vive esa vivencia; hay ateos excesivamente escépticos para cualquier ayuda psicológica y creyentes que rehúsan esa ayuda porque se apoyan en un “Dios solucionador”. Ambas posturas son un obstáculo para lograr recuperar el equilibrio psíquico perdido.
Considero, pues, que la ayuda espiritual en las situaciones de crisis también puede ayudar a superar ese momento, siempre y cuando se den las circunstancias adecuadas y no se utilice la religión como forma de taponar la expresión de los sentimientos o defendamos una imagen de Dios que defienda el sufrimiento por el sufrimiento.
¿Cómo deben las autoridades informar a la población en situaciones de catástrofes?
Es importante que la información sea veraz, aunque sin dramatizar, pero siempre acompañada de un mensaje tranquilizador y señalando las posibles vías para tener una información rápida sobre las personas damnificadas ( teléfono, móvil, Internet, etc.)
1 comentario:
Enhorabuena por este blog. Bien utilizada, la red social es todo un mundo de posibildades y, por supuesto, de esperanza.
Saludos,
Virginia
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