viernes, 16 de abril de 2021

Darle sentido a la vida más allá de ti mismo

 

                                                https://www.enmadridpsicologos.com/


Carlos López

Coordinador de talleres del Teléfono de la Esperanza

Lo primero que debemos entender sobre la pregunta vivir con sentido es que se dirige a nosotros y que somos nosotros quienes tenemos que responderla.

¿Qué hago aquí? ¿Por qué y para qué, o para quién, estoy aquí?

Albert Camus escribió, al inicio de El mito de Sísifo, que sólo hay un problema filosófico verdaderamente serio: saber si la vida merece ser vivida. Según ese pensamiento, la vida sólo tiene sentido para un ser que toma la vida en sus propias manos, que hace de ella, de algún modo, una obra de arte.

Víctor Frankl afirma que el ser humano vive en la tensión radical de encontrarle un sentido a todas las situaciones que le obligan a enfrentarse consigo mismo. Se encuentra en un estado de tensión originaria entre aquello que es y lo que aún no es y está llamado a ser. Entre el ser y el deber ser. Alberga en sí la voluntad de realizar en su vida algo cargado de sentido, esforzarse y luchar por una meta o una misión que le merezca la pena.

Ahora bien, son muchas las personas que dejan correr la vida en un constante sinsentido producido por no saber qué hacer, ni cómo hacerlo para que los resultados sean efectivos. Hay quienes, para evadir este vacío, se lanzan a los placeres sensuales, otros a la vida social o la política; otros afirman que el sentido pleno debe ser encontrado en la vida contemplativa, en la lectura, en los placeres del entendimiento, en la retirada de la vida pública, en los amigos y en la vida religiosa.

Sin embargo, tenemos que entender que “Las cosas adquieren sentido porque las amamos y sabemos mirarlas, no tienen un sentido previo”.

No debemos olvidar también que estamos aquí nada más que por un tiempo, que la vida es un espacio, que se extiende desde el nacimiento hasta la muerte, y el reto que tenemos es darle sentido a ese periodo.

Sin embargo, en lugar de encontrar una misión, a lo que nos dedicamos es a controlarlo todo, incluso lo incontrolable: el tiempo, la salud, la felicidad, el modo de vida, los nacimientos, las relaciones humanas, la muerte. No estaría de más de reflexionar sobre lo que nos advierte el evangelista Mateo: «¿Quién de vosotros, por mucho que se afane, puede añadir una sola hora a su existencia?» (Mateo, 6, 27).

Dostoyevski en la novela Los hermanos Karamazov nos da una buena reflexión sobre el tema que estamos tratando:

Aliosha: Lo comprendo todo perfectamente, Iván. ……….. Me encanta tu ardiente amor a la vida. A mi entender, se debe amar la vida por encima de todo.

Iván: ¿Incluso más que al sentido de la vida?

Aliosha: Desde luego. Hay que amarla antes de razonar, sin lógica, como has dicho. Sólo entonces se puede comprender su sentido.

 

Por lo tanto, ese sentido es ya el de nuestras vidas, no tenemos que inventarlo; más bien tenemos que reencontrarlo, sentirlo, hacérselo sentir al otro. La experiencia del sinsentido de la muerte que me espera, deja aparecer una nueva solidaridad con el otro, que estrecha los lazos y me ayuda a descubrir y a redescubrir lo esencial: no puedo hacer nada contra mi angustia, no puedo realmente alargar mi modesta vida «ni una sola hora», no puedo siquiera alcanzar la felicidad, pero puedo socorrer al otro, intentar hacerle feliz y digno de existir. Todo cuanto me apega al sentido, todo cuanto me da esperanza es la espera de una vida con sentido para el otro, para que el otro pueda vivir como si la vida tuviese un sentido. Entonces será mi vida la que descubrirá su sentido, más allá de sí misma. Como dice V. Frankl: “He encontrado el sentido de mi vida ayudando a los demás, a encontrar el sentido de las suyas”. En efecto, esta vida, que siempre es en primer lugar la mía, no es jamás sólo la mía, sino la de todos aquellos que comparten mi destino como mortal. Todos, como yo, han nacido y todos van a perecer, y aunque resulte muy doloroso aplicar esta evidencia a la propia vida, es necesario enfrentarse a ello.

Como conclusión podremos reflexionar sobre algunos puntos:

En el libro “La muerte de Iván Ilich” Tolstoi relata la historia de Iván Ilich que lleva una vida muy parecida a los valores actuales, muy afianzada en los estereotipos sociales: la profesión, los éxitos laborales, el status social que ha adquirido, etc... Pero la aparente seguridad ante la vida encierra un contrasentido cuando está a punto de fallecer.

“En ese preciso instante Iván Ilich se precipitó en el fondo del agujero, vio la luz y descubrió que su vida no había sido como habría debido ser, pero que aún estaba a tiempo de remediarlo. Se preguntó cómo debería haber sido, y a continuación guardó silencio y se quedó escuchando. Entonces se dio cuenta de que alguien le estaba besando la mano. Abrió los ojos y vio a su hijo

Finalmente comprende que aquellas cosas que no quería perder habían constituido durante gran parte de su existencia el medio para perder lo auténticamente importante. Paradójicamente, lo que había constituido su seguridad, había sido su ruina. El último día de su vida, Iván acepta su situación: “Su carrera, su modo de vivir, su familia y aquellos intereses de la sociedad y del servicio, todo podía haber sido distinto de lo que fue. El encuentro del amor con su hijo es lo que lo libera y le descubre el sentido.

Por lo tanto, el amor, la honestidad, la humildad, bondad, la alegría, el entusiasmo, etc.. es lo que nos da sentido a nuestra vida.

Otro ejemplo desde la espiritualidad lo vemos en libro El Buen Ladrón. Misterio de la Misericordia, del canadiense André Daigneault. Nos dice:

"La figura del Buen Ladrón –agregó- nos recuerda que cualquier persona con la peor vida que haya podido tener hasta el último momento, puede santificarse, (...) porque la santidad no es el fruto de nuestras buenas obras, de nuestros esfuerzos, no es una construcción humana, sino un don de la Meisericordia de Dios".

El psiquiatra Rocamora dice que: “En la consulta abundan dos tipos de pacientes: unos están anclados en el pasado y se sienten culpables por lo que hicieron o no hicieron; pero también existen los que se encuentran angustiados por el futuro propio o el de sus familiares. En definitiva: no saben vivir el presente de manera sana”.

La dimensión espiritual hace referencia a la experiencia interior más profunda de la persona, que la conduce a dotar de sentido y propósito a las propias acciones y existencia, sean cuales sean las condiciones externas. Esto significa aprender cómo encontrar disfrute en la experiencia cotidiana; a contar con un sistema de valores y con el compromiso de aplicarlos; a centrarse en algo que va más allá de uno mismo. Esto es, a trascender, al uso del propio potencial creativo; a la contemplación de la vida y a aprovecharla de acuerdo con las propias aspiraciones y convicciones y las del grupo al que se pertenece.

También de nuestro estado de ánimo dependerá todo: las ganas de luchar, la fuerza para perseverar, la ilusión por hacer cosas, la alegría, el optimismo y la esperanza. Porque lo que importa no es hacer, ni llegar a ser cierta clase de persona, sino en quien nos convertimos haciendo lo que hacemos. Esto significa que no sólo queremos que la vida sea un buen viaje, sino que queremos afrontarla honradamente y llegar a ser lo que en potencia podemos ser. La idea clave es que somos «los autores de nuestro propio ser», que forjamos nuestra identidad. «elegir por nosotros mismos», «tomar decisiones autónomas» y «vivir de forma auténtica». La inevitabilidad de tomar nuestras decisiones y de asumir la responsabilidad de nuestra vida, es el meollo del argumento que estamos desarrollando en ella.

Conclusión Final

El sentido sólo está allí donde somos atrapados, atraídos, transportados fuera de nosotros mismos.  Ninguna vida es capaz de fundamentarse a sí misma. Es inútil querer aferrarse a ella. El diálogo interior, nuestro punto de partida, el punto de partida de toda interrogación sobre el sentido de la vida, acaba entonces yendo más allá de uno mismo. La vida que tiene sentido es la vida que se compromete con un sentido que la trasciende.

.                 (Del 'Sentido De La Vida' Jean Grondin)

 

No hay comentarios: