Llevan más de cuarenta años al otro lado del teléfono participando en conversaciones en las que los protagonistas son las palabras y los silencios. «El ejercicio de escuchar es en sí terapéutico», señala José María Jiménez, terapeuta familiar y vicepresidente de la Asociación Internacional del Teléfono de la Esperanza. «Cuando recibes la llamada no juzgas a la persona que ha marcado y eso le hace sentirse comprendido». El objetivo es que la persona que utilice esta línea «vomite todo el sufrimiento que tiene y tú solo tienes que poner el recipiente para recogerlo», asegura.
Hablamos del Teléfono de la Esperanza (902 500 002), un rincón que alivia soledades y penas y al que acuden desde 1971 gentes que se sienten aisladas, que tienen problemas de comunicación, problemas con su pareja, afectados por el paro… «Suele ser gente con baja autoestima y con estrés familiar, y personas con intenciones suicidas», aclara Jiménez. «La gente que está experimentando una crisis personal o vital sabe que puede llamar a este teléfono para contarlo sin presiones de ningún tipo», asegura Alfonso Echávarri, psicólogo y coordinador de programas en el Teléfono de la Esperanza de Navarra.
«La Asociación Internacional del Teléfono de la Esperanza (Asites) fue fundada en 1971 por Serafín Madrid», recuerda Juan Sánchez, psicólogo, pedagogo y presidente de la Asociación. «El Teléfono de la Esperanza está presente en 30 provincias españolas, además de en Oporto (Portugal) y en 9 países de Latinoamérica. Además, también está funcionando en Zúrich (Suiza) como recurso de ayuda para el numeroso colectivo de hispano-lusohablantes y están adelantados centros similares en Miami (EE UU) y París (Francia)», añade.
Voluntarios
Una labor altruista que se sostiene con un 98,2% de voluntarios, «muy bien formados», como señala su presidente. «La formación de los orientadores telefónicos es vital para nosotros y por ello se preparan durante más de un año para poder realizar su función de manera correcta», explica el vicepresidente. La fundación no está a salvo de los problemas económicos «porque no podemos vivir solo con las subvenciones y tenemos que gestionarnos con recursos propios», señala Juan Sánchez.
Y es que el Teléfono de las Esperanza está operativo 365 días al año y 24 horas al día. «Las llamadas aumentan muy sensiblemente en los periodos del año en los que parece que se obliga a la gente a estar contenta y acompañada, lo que provoca que se agudice la sensación de soledad de las personas que recurren a nosotros», señala Jiménez. «Las Navidades, por el recuerdo de los seres queridos fallecidos, y después del verano, por el exceso de relaciones con la familia, son las épocas del año en las que se registran más llamadas», aclara José María Jiménez.
Las cifras sin duda hablan por sí solas, ya que el Teléfono de la Esperanza atendió 111.979 llamadas en 2013, de las que el 75% abordaron graves situaciones de crisis y un 25% fueron informativas. «La soledad es el principal problema. Tenemos la paradoja de vivir en una sociedad con un enorme acceso a la comunicación a través de las redes sociales pero en la que la soledad se agudiza. Podemos tener 2.000 amigos en Facebook, pero no tener ninguno con el que tomar un café y contarle tus problemas», reconoce Alfonso Echávarri.
Talleres y grupos
De las llamadas recibidas, 1.591 se refirieron a suicidas, y en 62 de ellas el comunicante declara que el acto suicida está en curso. «Como todas las llamadas son anónimas, el orientador que se encuentra ante una situación así lo que intenta es conseguir toda la información posible, sin poner en riesgo ese anonimato, para poner en marcha los protocolos establecidos con los servicios de emergencia», señala Alfonso.
Pero su labor no se acaba en escuchar al otro lado del teléfono, ya que «la Fundación organiza conferencias, coloquios, talleres, grupos de crecimiento personal, cursos…», señala el vicepresidente. «Hay un servicio de atención psicológica en el que se recibe a las personas que el orientador entiende que puede ayudarle», concluye Alfonso.
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