sábado, 18 de agosto de 2012

¿Has oído el canto de ese pájaro?





Los hindúes han creado una encantadora imagen para 

describir la relación entre Dios y su Creación. Dios «danza» 

su Creación. El es su bailarín; su Creación es la danza. La 

danza es diferente del bailarín; y, sin embargo, no tiene 

existencia posible con independencia de El. No es algo que 

se pueda encerrar en una caja y llevárselo a casa. En el 

momento en que el bailarín se detiene, la danza deja de 

existir.


En su búsqueda de Dios, el hombre piensa demasiado, 

reflexiona demasiado, habla demasiado. Incluso cuando 

contempla esta danza que llamamos Creación, está todo el 

tiempo pensando, hablando (consigo mismo o con los 

demás), reflexionando, analizando, filosofando. Palabras, 

palabras, palabras... Ruido, ruido, ruido... Guarda silencio y 

mira la danza. Sencillamente, mira: una estrella, una flor, una 

hoja marchita, un pájaro, una piedra... Cualquier fragmento 

de la danza sirve. Mira. Escucha. Huele. Toca. Saborea. Y 

seguramente no tardarás en verle a él, al Bailarín en persona.

El discípulo se quejaba constantemente a su Maestro Zen: 

«No haces más que ocultarme el secreto último del Zen». Y 

se resistía a creer las consiguientes negativas del Maestro. 

Un día, el Maestro se lo llevó a pasear con él por el monte. 

Mientras paseaban, oyeron cantar a un pájaro.

«¿Has oído el canto de ese pájaro?», le preguntó el 

Maestro.

«Sí», respondió el discípulo.

«Bien; ahora ya sabes que no te he estado ocultando 

nada».

«Sí», asintió. el discípulo.



Si realmente has oído cantar a un pájaro, si realmente has 

visto un árbol..., deberías saber (más allá de las palabras y 

los conceptos). 

¿Qué dices? ¿Que has oído cantar a docenas de pájaros y 

has visto centenares de árboles? Ya. Pero lo que has visto 

¿era el árbol o su descripción? Cuando miras un árbol y ves 

un árbol, no has visto realmente el árbol. Cuando miras un 

árbol y ves un árbol no has visto realmente el árbol. Cuando 

miras un árbol y ves un milagro, entonces, por fin, has visto 

un árbol. ¿Alguna vez tu corazón se ha llenado de muda 

admiración cuando has oído el canto de un pájaro? 

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