Antonio Badillo
Psicólogo y voluntario del Teléfono de la Esperanza
Durante las fiestas navideñas y con el comienzo de cada año,
se multiplican los deseos de felicidad que nos damos los unos a los otros de
cara al nuevo período que se avecina. ¿Cómo podemos encontrar esa felicidad que
tan arduamente buscamos y que no siempre encontramos? He aquí algunos apuntes
para hacer del 2.014 un año un poco más feliz para todos.
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1.- Lo primero, seamos negativos. Uno de los obstáculos para acercarse a la
felicidad estriba en mezclarla con el optimismo como condición sine qua non
para alcanzarla. ¿el vaso está medio lleno o medio vacío? La respuesta
socialmente deseada sería decir que está medio lleno, aunque sea falso. El vaso
está a la mitad; uno de los ingredientes necesarios para acercarse a la
felicidad es ser objetivo con los hechos que nos rodean, y para ello es
necesario ver también los contras de una situación, no sólo los pros.
Considerar también lo negativo de las situaciones ayuda a evitar autoengaños, a
tomar mayor contacto con la realidad y a tomar decisiones más constructivas.
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2.- Sentirnos
libres. Una de las claves para que la felicidad sea intensa es tener
libertad. Somos nosotros mismos muchas veces los que coaccionamos nuestra
libertad con nuestros miedos. Aunque hay factores externos a la persona que
modulan su libertad, la falta de empuje vital y la paralización ante lo que nos
limita en nuestra experiencia depende mucho de las vivencias internas de cada
uno de nosotros, de la poca seguridad en uno mismo, de la baja autoestima y las
dependencias emocionales. Dependencias que no están siempre relacionadas con
personas, sino que también giran en torno a sustancias, trabajo, compras
compulsivas, objetos, alimentación o culto al cuerpo, que paralizan la expansión
personal y que son lo contrario a la libertad ya que esclavizan marcando
hábitos, a veces muy valorados socialmente por el entorno, pero que limitan las
posibilidades de vivir creativamente.
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3.-Tengo
tantos deseos para poder ser feliz que no llego nunca a serlo. En esta
cultura que sobrevalora los logros y la eficacia, nos ofuscamos por conseguir
nuestras metas, a veces hasta el punto en que esa meta se convierte en una auténtica
obsesión. Se da muchas veces el caso de que, una vez alcanzada la meta y el objeto
de deseo, la persona se sienta aún más desgraciada y vacía que cuando iba en su
búsqueda, al darse cuenta de que la felicidad prometida no se encontraba tras
ese logro, ya que las nuevas metas
conseguidas también implican a veces nuevos problemas y responsabilidades, y
vuelva a encontrarse con su insatisfacción vital. La respuesta en estos casos
suele ser volver a ponerse en marcha para alcanzar un nuevo deseo, creyendo que
en el futuro, cuando se alcance, llegará la felicidad, y esta vez sí será la
definitiva. El resultado suele ser igual que con el logro del deseo anterior,
salvo que las insatisfacciones repetidas hagan reflexionar a la persona acerca
de que es en el presente y no en el futuro, en los momentos que experimentamos
en el camino que nos lleva a la meta donde más felicidad podemos encontrar, como tan lúcidamente expresara Kostas Kavafis en su poema
“Ítaca”.
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4.- Ejercer
de uno mismo. Otra de las realidades que se baraja a la hora de ser feliz
se relaciona con ser uno mismo. Esto tiene que ver con ser lo más genuino y
auténtico posible. Todos nosotros tenemos nuestro propio carácter, dotado con
sus herramientas de personalidad; elaborar esas tendencias nuestras tales como
procesos creativos, pensamientos románticos, actitudes idealistas nos conduce a
encontrar la esencia de nuestra personalidad más verdadera. Estas tendencias
auténticas pueden haber sido coaccionadas por el entorno y consideradas como
carentes de valor. Algo que proporciona felicidad es el comportarnos tal como
somos sin mediatizarnos por presiones internas o externas, ya que existe un
nexo común de la libertad con la identidad y de ambas con la felicidad. Lo
deseable es que la persona actúe desde el núcleo de su verdadera identidad,
sabiendo ser quién es con virtudes y defectos, respetando a los demás pero
trascendiendo de las opiniones externas, para desarrollar una auténtica
seguridad en sí mismo.
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5.- El amor. La felicidad necesita de afectividad: tener y sentir amor
por alguien es fundamental. El ser humano tiene una gran capacidad para amar,
pero ésta sólo puede llevarse a cabo si se asume a sí mismo en su grandeza y en
su pequeñez, en sus virtudes y sus defectos. Si se asume la imperfección que a
todos nos rodea como seres que estamos en un constante proyecto de hacernos,
ciertamente podemos llegar a tener una capacidad de amar, no sólo en un amor
erótico o un enamoramiento sino también en la valoración del otro en un amor
fraterno, cercano y humano.
Con mis mejores deseos de paz y felicidad para los lectores
de “El tiempo de la esperanza”, Feliz 2.014. Un abrazo a todos.
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